Salmo 122

6 Digan ustedes de corazón: “Que haya paz en ti, Jerusalén; que vivan tranquilos los que te aman. 7 Que haya paz en tus murallas; que haya seguridad en tus palacios.” 8 Y ahora, por mis hermanos y amigos diré: “Que haya paz en ti. 9 Por el templo del Señor nuestro Dios, procuraré tu bien.”


UBICACIÓN DEL INFIERNO

1.- El lugar de tormento, se halla debajo de la tierra a 6 mil kilómetros de profundidad.-

Proverbios 15:24
24El camino de la vida es hacia arriba al entendido, para apartarse del Sheol abajo.

2.- Está en el centro mismo del planeta.-

Jonás 2:2, 6
2Y dijo: Invoqué en mi angustia a Adonai, y él me oyó; DESDE EL SENO DEL SHEOL CLAMÉ, Y mi voz oíste. 3ME ECHASTE A LO PROFUNDO, EN MEDIO DE LOS MARES, y me rodeó la corriente; todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí. 4Entonces dije: Desechado soy de delante de tus ojos; mas aun veré tu santo Templo. 5Las aguas me rodearon hasta el alma, ME RODEÓ EL ABISMO; el alga se enredó a mi cabeza. 6DESCENDÍ A LOS CIMIENTOS DE LOS MONTES; la tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Adonai Dios mío.

Mateo 12:40
4OPorque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en EL CORAZÓN DE LA TIERRA tres días y tres noches.

3.- El Infierno pertenece a la profundidad de los mares y los cimientos de las montañas, por tanto es el más profundo hueco.-

Job 11:18
18Es más alta que los cielos; ¿qué harás? es más profunda que el Sheol; ¿cómo la conocerás?

Amós 9.2
2Aunque cavasen hasta el Sheol, de allá los tomará mi mano; y aunque subieren hasta el cielo, de allá los haré descender.

4.- El Abismo está cubierto por tinieblas.-

Génesis 1:2
2Y la tierra estaba desordenada y vacía, y LAS TINIEBLAS ESTABAN SOBRE LA FAZ DEL ABISMO, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.

Ciencia Médica y la muerte.- En una investigación tomando como base a más de 5 mil personas en Alemania, y que fueron dadas en principio como clínicamente muertas, por padecer Catalepsia, haber estado en estado de coma, o haber precisado electro shock o respiración boca a boca, se comprobó que todas tuvieron la experiencia de haber salido de sus cuerpos, oyeron y vieron cosas que en la mayoría de sus casos los dejaron aterrorizados. Ellos afirman haber atravesado túneles oscuros, malolientes, y haber visto seres monstruosos y escucharon gritos o en el peor de los casos vieron almas atormentadas en fuego o encerradas en celdas donde el sufrimiento que las acompañaba era interminable. Entendamos que el infierno es un lugar de donde la misericordia y la bondad de Dios han sido retiradas; donde la ira de Dios es revelada como un fuego consumidor, terrorífico; donde los impíos viven con sus vicios sin poder realizarlos en un tormento sin fin.
No hallarán nada que alivie o consuele sus penas en el infierno. Nunca encontrarán un lugar de reposo allí; ningún rincón secreto que sea más fresco que los demás, donde puedan tener un poco de reposo, una pequeña reducción de la gravedad de su tormento. En el infierno los hombres desearían nunca haber nacido.
Charles Hitón Surgen dijo: "En el infierno no hay esperanza. No hay esperanza de morir o escapar: Ni la esperanza de ser aniquilados. ¡Están perdidos por los siglos de los siglos! En cada eslabón de la cadena del infierno está escrito: "para siempre".
En las llamas del infierno se iluminan estas palabras: "para siempre". Oh, si pudiera decirles esta noche que el infierno se apagará un día y que aquellos que están perdidos podrán ser salvos, habría una verdadera fiesta en el infierno de solo el pensarlo así eso ocurra de aquí a tres millones de años. Pero no puede ser; pues la condena es "para siempre"
El Dios que condena es un Dios eterno. "La eternidad del infierno se basa en la naturaleza de Dios pues Dios es Eterno. Los condenados sufrirán mientras Dios exista".

Apocalipsis 14:9, 11
9Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, 10él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de Su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; 11y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre.

Pero en algunos casos, las personas que contribuyeron a esta investigación, aseveran haber visto túneles de luz intensa, una profunda sensación de felicidad y paz infinitas e incluso haber escuchado cánticos celestiales y haber visto ángeles y a personas que en vida fueron parte de sus familias. Con ello podemos comprobar que solo arrepentirse en ésta vida es la solución a esta tragedia eterna. Sólo para los creyentes nacidos de nuevo, como el Hijo de Dios lo dijo, la muerte es un regalo, un premio: que al morir nos vamos de inmediato a la presencia de Dios.

Filipenses 1:21, 24
21Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. 22Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. 23Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; 24pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros.

2 Corintios 5:1, 10
1Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. 2Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; 3pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. 4Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. 5Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu. 6Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor 7(porque por fe andamos, no por vista); 8pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. 9Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. 10Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.

LA MUERTE Y ETERNIDAD

El más allá, la vida después de ésta vida o como usted desee llamarlo, siempre han llamado la atención de los humanos que en todas las culturas, pueblos y tiempos han buscado entender o prepararse de alguna forma ante su inminente realidad. Esta rama de estudio bíblico, es llamada Tanatología. Esta palabra, proviene del griego TANATOS que significa SEPARACIÓN o DESPRENDIMIENTO y LOGOS que se traduce por TRATADO O ESTUDIO.

Se entiende de dos maneras diferentes, las cuales estaré explicando más adelante:
1.- Separación espiritual de la criatura con su Creador debido al pecado.
2.- Separación del espíritu y del alma que abandonan el cuerpo al momento de morir.
Esta ciencia llamada Tanatología, se divide en tres grandes ramas:
a) Tanatología Médica.- En sí es preparar a las personas para afrontar la muerte. Se aplica en los hospitales por ejemplo, preparando a la persona enferma, desahuciada o moribunda para asumir la muerte esto se extiende también a la misma familia que debe ser concientizada de la partida del ser querido.
b) Tanatología Forense.- Es ya la determinación por parte de los peritos o expertos en Medicina Legal de las razones de que llevaron a la muerte a determinada persona. Siempre ante la ley, antes de expedirse un certificado de defunción debe determinarse el Mortis Causa o Causas de la muerte del individuo, por ende, acá ya se trabaja con el cadáver de las personas.
Esto involucra balística, autopsias y/o necropsias. La necropsia, es desenterrar un cadáver para cerciorarse legalmente de las causas que le provocaron el deceso si es que aún quedan dudas para la ley o los familiares. La realizan previa orden judicial los médicos legistas.
c) Tanatología Bíblica.- Estudia lo que la Biblia y a veces las religiones creen o profesan sobre la muerte y sus consecuencias. Entendamos esto primero que es de vital importancia:
La Biblia es el primer libro en hablar de la muerte es más, Dios fue el primero en utilizar esa palabra en el Huerto del Edén.
Génesis 2:16, 17
Pero el diablo sedujo a la primera pareja de humanos para hacerles creer que no morirían si comían del árbol de la vida.
Génesis 3:4, 5
En ese mismo instante en que los primeros humanos, Adán y Eva comieron del fruto prohibido, no murieron de ipso facto, sino que con el pasar del tiempo llegaron a morir.
Génesis 5:5
Lo que sí ingresó de inmediato al mundo, fue la muerte espiritual. Ellos quedaron excluidos de la Presencia del Bendito y por consiguiente toda la raza humana.
Romanos 5:12
Romanos 5:18, 19

En pocas palabras, el humano no fue creado para llegar a la tumba sino para existir eternamente. Fue la desobediencia y el pecado lo que provocaron que la muerte espiritual de toda la raza humana y posteriormente la muerte física como la más grande tragedia ingresase al planeta.

DOCTRINA DE LA TANATOLOGÍA BÍBLICA
Se entiende como Tanatología Bíblica a la separación o desprendimiento del espíritu humano y del alma que abandonan el cuerpo al momento de la muerte. Cuando la persona fallece, el espíritu y el alma abandonan de inmediato el cuerpo…es en ese momento en que la muerte misma se produce, pues cesan todos los signos vitales, leámoslo:
Santiago 2:26
La Biblia demuestra que esa verdad es absoluta en los siguientes pasajes escriturarles, el alma desaloja el estuche de huesos, carne, sangre y piel:
Génesis 35:17, 18
17Y aconteció, como había trabajo en su parto, que le dijo la partera: No temas, que también tendrás este hijo. 18Y aconteció que AL SALÍRSELE EL ALMA (PUES MURIÓ), llamó su nombre Benoni; mas su padre lo llamó Benjamín.
1 Reyes 17:21, 23
Job es tan puntual que describe que el alma sale del cuerpo y vuela: Job 30:22, 23
¿LA EXISTENCIA TERMINA EN LA TUMBA?
1.- IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS.- Debemos entender primeramente que el ser humano fue creado a Imagen y Semejanza de Dios y por lo tanto, es un ser diferente a todo lo creado.
Génesis 1:26, 27
De entrada nada más, deseo explicar el sentido profundo de esas palabras: Imagen y Semejanza. En el idioma hebreo, original de la Biblia, aparecen 4 vocablos que suelen ser causa de confusión y deseo puntualizar:
A.- Toár.- Aspecto físico externo: Ojos, pies, orejas, manos, dedos, dientes, etc.
B- Tavnit.- Configuración material: Carne, huesos, piel, etc.
Eso NO es de ninguna manera a lo que se refiere el pasaje Bíblico en cuestión. No podemos de ninguna manera pensar que Dios tiene dos ojos con párpados, nariz con dos fosas nasales, dos manos y dos pies conformados de huesos, carne y piel y dotados con 5 dedos cada uno. Eso NO es Imagen y Semejanza con nuestro Creador Bendito y Santo.
Pero a continuación aparecen dos palabras más que sí efectivamente nos aclaran el concepto:
C.- Tsélem.- Forma Espiritual.
D.- Demut.- Imagen Espiritual.

Ello implica que el hombre al igual que Dios, posee capacidad para 1) pensar, 2) sentir, 3) decidir, 4) crear o fabricar, 5) Hablar, 6) Gobernar y 7) EXISTIR ETERNAMENTE. Existir más allá de ésta vida terrenal y temporal.
Salomón mismo dijo que el ser humano es eterno. Eclesiastés 3:10, 11
Puesto que Dios es Espíritu y nosotros somos seres espirituales en esencial, lo material no es nuestra esencia. Somos pues Imagen y Semejanza Espiritual y NO física.
Juan 4:24
Si no hubiera eternidad, estamos poniendo en tela de juicio la esencia misma de Dios Quien es eterno. Los humanos somos eternos al ser Imagen y Semejanza de Dios.
Lo que deseo remarcar este momento, es que por más que Adán y Eva hayan sido creados a Imagen y Semejanza de Dios, eso no quiere decir que hubieran sido dioses omnipotentes antes del pecado en Edén, meramente fueron seres dotados de cualidades extraordinarias y provistas de la autoridad suficiente para sojuzgar o gobernar el mundo.
Génesis 1:28, 30
Génesis 2:15
2.- CONFORMACIÓN DEL SER HUMANO.-
Las personas estamos compuestos de tres partes, a saber: Espíritu, Alma y Cuerpo.
1 Tesalonicenses 5:23
23Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser: espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
a) Espíritu.- En el hebreo se llama Ruaj y en griego Pneuma o Aire. Es la parte más profunda del ser. Es el aliento de vida que Dios le da a todo humano. Por su parte, el espíritu se compone de:
I.- Conciencia.- Es por así decirlo, el parlante de Dios en el ser humano. Dios habla y aconseja a nuestro espíritu, y nosotros oímos la voz divina en nuestro espíritu.
Salmos 16:7
La conciencia, nos aprueba o acusa ante Dios y aún ante nosotros mismos y nuestros semejantes pues la conciencia, también se endurece debido al grado de pecado.
Juan 8:7, 9
Tito 1:15, 16

Dios graba sus leyes en nuestra mente y corazón pero la conciencia nos impulsa a obedecerla o rechazarla, acarreando las consecuencias debidas:
Romanos 2:15, 16
Por ello se nos insta a tener una buena conciencia ante Dios:
Hebreos 10:22
II.- Intuición.- No es lo mismo que la superstición. Es el PRESENTMIENTO. La conciencia nos dice que hacer o que no hacer mientras que la intuición nos guía a que debemos decidir en determinadas circunstancias.
III.- Comunión.- Es la capacidad que tiene el hombre de comunicarse con su Creador, de hablarle a El y oírlo a Él. Por así decirlo, la comunión es el cordón umbilical que nos une al corazón de Dios, así también Dios nos transmite vida espiritual por medio de estar en comunión permanente con Él.
Juan 10:27, 28
Debido al pecado de Adán y Eva, todo ser humano está muerto espiritualmente, está alejado de Dios e incomunicado con Él: Romanos 3:23
Al estar destituido de la Gloria estás destituido de la comunión con Dios, su fe está muerta, no oye Su voz y rechaza su Palabra. El pecado es una barrera que nos separa de Dios:
Isaías 59:1, 2
El ser humano por ser espiritual en esencia, busca llegar a Dios y comunicarse de nuevo con Él de distintas maneras: Filosofías, ritos, cultos, religiones, buenas obras, caridades, méritos y costumbres pero todo le es insuficiente, porque para oír la voz de Dios hay que nacer de nuevo, ello es imprescindible: Efesios 2:1 ; Juan 3:3, 5
Para nacer de nuevo y llegar a Dios no hay otra manera que arrepentirse de nuestra maldad y aceptar a Yeshúa – Jesús como Salvador personal: 1 Timoteo 2:5, 6
b) El Alma.- Es lo que en el idioma hebreo se llama Nefesh. Es el centro de los pensamientos, sentimientos, voluntad, capacidad creadora y existe más allá de la muerte es decir que es eterna. El alma necesita salvación y la única manera establecida por Dios para ello es creer en el Hijo de Dios y aceptar con todo el corazón el mensaje que Él predicó y dejó plasmado en Su Palabra.
Marcos 16:15, 16
Romanos 1:16,17

c) Cuerpo.- Compuesto por huesos, carne, órganos vitales y piel.
3.- EL TEMOR A LA MUERTE.- Quisiera este momento, explicar ciertos puntos que me parecen de imperiosa necesidad:
- El ser humano nace con una sentencia de muerte sobre sí.
- Desde que llegamos a éste mundo debemos saber que partiremos pero el humano se aferra a la vida. El ser humano ante la cercanía de la muerte lucha por vivir.
- A veces las personas enuncian esta frase: “No le tengo miedo a la muerte”, me pregunto entonces, y ¿Cuándo se encontraron cara a cara frente a ella y se hicieron amigos o es que a caso se sienten inmunes a la muerte?
- Una vez una persona me dijo: “Yo no creo en Dios ni necesito salvación ni creo en otra vida después de ésta vida. Además quien se murió y volvió para decirme que hay un más allá?” y yo le dije amablemente, discúlpame pero: Respóndeme ¿Quién se murió y se volvió del más allá para decirte a ti que no hay nada? Alguien te dijo, “vive no más tranquilo, acá se acaba todo. Yo me morí y me tuve que dar media vuelta porque allá no hay nada de nada”?
- Yeshúa – Jesús el Hijo de Dios, sí murió y resucitó y Él mismo nos enseñó que existe una eternidad para el alma de cada persona, lo que vos decides aquí, en ésta vida, es dónde deseas pasar la eternidad: Alejado eternamente de Dios tu Creador y ser atormentado eternamente por despreciarle o vivir con Él y los que le amamos para siempre en una vida de dicha infinitas.
Quiero a continuación, explicar 3 pruebas que demuestran hasta la saciedad que las personas, cualquiera sea su condición, le temen a la muerte, pues llegada la hora, saben que se hallan indefensas ante ella y que no se prepararon en vida para afrontar la eternidad:
a)Psicología e Intuición.- Todo ser humano teme a lo desconocido y a la muerte. Si no le temiera a la muerte o no hubiera una eternidad después de esta vida, nadie intentaría salvar su vida en un accidente o desastre repentino. Es más el número de suicidios se aumentaría vertiginosamente ante la más mínima adversidad. El instinto de supervivencia del cual todo ser humano se halla dotado, es la más clara prueba de lo que venimos explicando.
La gente que intuye el peligro y se acerca a la muerte, la evita por todos los medios posibles, porque saben muy en el fondo de su ser que no están listos para la muerte y sus eternas consecuencias: Lucas 12:16, 21
En las culturas antiguas, donde ni siquiera conocían la Biblia, la muerte era tan importante que se preparaban con auténticos rituales para ella o despedían a sus seres queridos con ceremonias pomposas. A tal grado llegaba ello, que incluso sus cementerios eran auténticos palacios donde depositaban a sus cadáveres, dando con ello muestra de su sobrecogimiento ante la tragedia de la muerte.
b)Filosofía sobre la muerte.- El hombre es más que un animal o bestia, pero es menos que un ángel en cuanto a tamaño y fuerzas. Es el único ser que piensa, siente, decide, habla, escribe, estudia el pasado, analiza el presente, planifica el futuro, investiga sus circunstancias y fabrica cosas en base a su intelecto. En sí, el hombre es el gerente de la creación.
De acuerdo a la Biblia, el número de años concedidos a las personas por parte de Dios, está basado en el grado de maldad de la humanidad. Hasta antes del Diluvio por ejemplo, el ser humano vivía por muchos años, veamos algunos ejemplos: Adán vivió 935 años; Set 912 años; Enós 905 años; Cainán 910 años; Mahalaleel 895 años; Jared 962 años; Matusalén 969 años habiendo entonces vivido 27 años más que Adán, etc. Pero, tras el Diluvio, las personas fueron sentenciadas por Dios Bendito a vivir no más de los 120 años como un promedio: Génesis 6:3
Pero así como la muerte ingresó al mundo debido al pecado, también la reducción de años de vida se hallan determinados por el grado de maldad de las personas. Hoy por ejemplo el promedio de vida es de tan sólo 70 u 80 años.
Salmos 90:10
Un sencillo ejemplo, un hijo obediente y noble tiene posibilidad de vivir más tiempo sobre la tierra: Éxodo 20:12
Volvamos a la base bíblica, que curiosamente, es también reconocida por la ciencia y las estadísticas: El promedio de vida es de tan sólo 70 u 80 años.
Si el ser humano vive 70 años, que equivalen a toda una generación, llega a vivir:
70 años = 2 billones 207 millones 530 mil segundos de vida
Calculando que cada día consta de 84.000 segundos es decir que el humano respira 84.000 veces; entonces en 70 años vive 27 mil días. Si llegase a vivir 80 años, alcanzaría 31 mil días.
Aparentemente esto es mucho tiempo, pero si analizamos que estudia 20 años, trabaja 35 años, en 15 años realiza distintas actividades superficiales sin contar que casi la mitad de su vida se la pasa durmiendo 8 horas, concluimos que la vida misma NO le alcanza ni para leer una biblioteca con 10 mil libros.
Más de 200 quintillones de moléculas que tenemos en el cuerpo humano, claman por más y más vida. La vida no nos alcanza, necesitamos más vida.
Por ello, el ateo verdadero es una ficción, no existe. Todo ateo necesita creer en algo para seguir viviendo, por ello se aferra a la vida pues al no creer en Dios, sabe que su tiempo en la tierra se le agota a velocidad y no acepta que todo se acabe allí. Cuando el ateo está sano, él mismo se considera un dios, es autosuficiente y soberbio, pero cuando se enferma, no halla consuelo y toma en calidad de dios al médico, a la medicina o a la cirugía. No quiere morir, invierte toda su fortuna para hacerse curar pues desea seguir viviendo. El mismo Satanás declaró que el humano da todo por su propia vida: Job 2:4, 6
Es más, la Biblia lo llama al ateo: Necio. Salmos 14:1
Como dijo el filósofo Pascal: “Concéntrate en tus pensamientos y verás que no vives. Por estar preocupado del pasado y pensando en el futuro, no vives el presente y siempre esperas vivir”
c)Ciencia y muerte. La ciencia desde todos sus ángulos, ha abordado este tema de la muerte.
A.- Geología y la Muerte.- El planeta tierra posee tres capas internas, y se parece, en efecto, a una cebolla.
a)Costra.- Posee entre 10 y 70 kilómetros de espesura.
b)Manto.- Se divide en manto inferior y manto superior. Se compone de silicios y silicatos. Su profundidad aproximada es de 3000 kilómetros, y allí abunda el hierro.
c)Núcleo.- A 6000 kilómetros hallamos el núcleo del planeta o Endósfera.- Allí existe un yacimiento gigantesco de acero derretido a 11.000 grados centígrados. Es un campo sólido y se halla rodeado de hierro derretido. Es un lugar turbulento y sus aguas forman el campo magnético de la tierra.
Según la ciencia, si perforamos la tierra veremos que cada 100 pies de profundidad, la temperatura sube 1 grado centígrado. Sostienen los científicos que lo máximo que se perfora la corteza terrestre es de 30.000 metros es decir 30 Kilómetros. Más allá de eso, las 4000 atmósferas de presión pulverizan todo instrumento introducido en la corteza terrestre debido al excesivo calor.
El sabio Job hacen miles de años atrás describe de manera impresionante, cuando no existían ni instrumentos capaces de analizar esos datos que el fuego y el calor en el centro de la tierra son incandescentes: Job 28:5 ; Job 26:5, 7
Esos datos científicos y serios en cuanto a su investigación, los aporta el Palio magnetismo que en base a sismógrafos analiza los datos obtenidos que demuestran que el centro de la tierra está lleno de fuego incandescente que no precisamente proviene del sol sino que son parte del mismo campo magnético del planeta.
El palio magnetismo es por así decirlo, una Tomografía que se le hace al planeta y permite escuchar y analizar los sonidos de las placas tectónicas o masas de tierra que se desplazan internamente en el planeta y además estudia las fuerzas orogénicas que dan lugar a la formación de las cadenas montañosas.
La perforación más profunda que se realizó fue en Bavaria – Bayern / Alemania a fines del año 2000 y alcanzó los 20 kilómetros mientras a un costo de 350 millones de dólares que los rusos llegaron a solo 11 kilómetros. Lo sorprendente de esta excavación, es que oyeron gritos desgarradores e incesantes de miles de almas clamando misericordia. Tales datos son de dominio público y esas grabaciones son accesibles por la Internet, buscando: Sonidos o gritos del infierno.
La pregunta lógica que surge ahora en ustedes mis estimados lectores, es: ¿Por qué tenemos que estudiar la Geología y relacionarla con el tema de la vida después de la muerte? La respuesta es sencilla y contundente al mismo tiempo, porque el lugar de condenación llamado Infierno y del cual estudiaremos ampliamente y en detalle, se halla ubicado exactamente allí, en el centro de la tierra.

LA DOCTRINA DE LA DEIDAD DE CRISTO

Ha sido y sigue siendo uno de los pilares fundamentales de la Iglesia Cristiana. Esta doctrina ha sido creída por la mayoría de los cristianos a lo largo de los siglos por considerarla como una enseñanza de profunda raigambre bíblica e indiscutiblemente apostólica. En varios concilios eclesiásticos de la antigüedad se discutió tanto el tema de la deidad como el de la humanidad de nuestro Señor. En cada una de esas ocasiones, el llamado sector ortodoxo de la Iglesia afirmó que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre impecable. Es cierto que algunos grupos han enfatizado la deidad de Cristo a expensas de Su humanidad, mientras que otros han enfatizado la humanidad a expensas de la deidad. Ambos extremos, sin embargo, han sido rotundamente rechazados por teólogos que desean ser fieles a las enseñanzas de la Palabra de Dios. En años recientes, sin embargo, teólogos influyentes, tanto católicos como protestantes, se han pronunciado abiertamente en contra de la doctrina de la deidad de Cristo. A esta postura se la ha llamado «una nueva cristología», «cristología en crisis» o «el debate cristológico contemporáneo». Este debate cristológico ha coincidido con otro debate, el bibliológico. No es esta una extraña coincidencia, sino más bien una secuela lógica. Poner en tela de juicio la autoridad de la Biblia engendra un debilitamiento de las doctrinas que de ésta se derivan. Una dilución de la bibliología casi siempre ha dado como resultado una cristología débil. Ante esta situación se hace necesario enfocar de nuevo el tema de la Persona de Cristo. Hoy, como en los días del ministerio terrenal de Jesús, la pregunta: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? tiene una vigencia indiscutible. Hombres ocupados en todas las ramas del saber (teólogos, historiado‐res, sociólogos, filósofos, literatos,políticos, etc.) han dicho y escrito muchas cosas tocante a Cristo. Sin restar importancia a lo que los hombres han dicho y siguen diciendo, lo más importante en el estudio de la cristología continúa siendo el testimonio de la Palabra de Dios. De ahí que este trabajo, sin restar importancia a las obras producidas por eruditos en la materia, dé prioridad a la exégesis bíblica.
Las Escrituras dan testimonio de Cristo (Jn. 5:39)
Escudriñarlas, por lo tanto, debe de ser la tarea primordial de todo aquel que desea saber a cabalidad quién es Jesucristo. Es, pues, el propósito de este trabajo investigar lo que la Biblia dice tocante a Cristo y en la base de dicha investigación establecer algunas dife‐rencias entre la llamada «nueva cristología» y la cristología de las Escrituras. El móvil primordial de esta tarea es glorificar a Dios mediante una exposición fiel de la Palabra de Dios. Sobra decir que debido a la limitación de espacio, este trabajo dejará grandes lagunas sin explorar e interrogantes sin contestar. Se espera, sin embargo, que otros estudiosos de la teología bíblica investiguen y profundicen este tema. La iglesia cristiana necesita el aporte de exegetas y expositores de las Escrituras que con toda seriedad y fidelidad den a conocer al pueblo de Dios las verdades de la Biblia.
El reto que confronta el estudiante de la Biblia hoy es al mismo tiempo formidable y multiforme. Por un lado está el humanismo con sus postulados de que el hombre es intrínsecamente bueno y capaz de auto‐perfeccionarse mediante el uso de su inteligencia y experiencia. El humanismo se ha convertido en una religión cuyo centro es el hombre y las necesidades humanas. Dios no cuenta en las lucubraciones del humanismo. Por otro lado está el naturalismo, estrechamente asociado con el humanismo pero con diferentes proyecciones. El naturalismo rechaza toda explicación sobrenatural de la realidad. Sólo acepta como verdad lo que se puede probar científicamente. La única realidad que existe es este mundo del cual formamos parte y que no depende de ningún ser sobrenatural para su subsistencia. Otro reto para el estudioso de las Escrituras, particularmente en el siglo xx, ha sido el existencialismo. Este movimiento filosófico surgió poco después de la primera guerra mundial (aunque sus raíces preceden dicho evento) como una reacción o rebelión en contra de la apatía de los intelectuales, los gobiernos, las universidades, la religión y otras instituciones frente a los problemas de la sociedad. El existencialismo pretende llegar a conocer al ser humano y su condición, separando al individuo de la multitud. La persona se convierte en una especie de eje alrededor del cual gira la verdad, pero la verdad es algo existencial, es decir que, para conocerla, el hombre tiene que ser actor y no espectador de ella. Una de las características del existencialismo es su subjetivismo y la negación de una revelación proposicional. Mucho podría decirse del desafío del racionalismo, el materialismo, el universalismo y otras corrientes, tanto filosóficas como teológicas, que tratan de socavar los fundamentos de la fe cristiana. Incumbe al estudioso de las Escrituras, al pastor, al evangelista, al teólogo, permanecer firme frente al reto de los que se oponen a la verdad bíblica, pero al mismo tiempo estar bien informado y dispuesto a exponer dicha verdad.

Las Primeras Herejías Cristológicas 1

Desde muy temprano en su historia la iglesia ha sufrido ataques de corrientes contrarias a la fe que profesa. Es cierto que el cristianismo ha vivido siempre en medio de gran oposición. Con todo eso, el mayor daño que la iglesia ha sufrido no ha sido causado por ataques externos, aunque sin duda éstos han sido grandes, sino más bien producidos por la infiltración de doctrinas contrarias a la Palabra de Dios y a los postulados del Evangelio. No es de dudarse que durante el período apostólico, cuando el canon del Nuevo Testamento estaba en su formación, muchos trataban de dar respuesta a algunas preguntas que se formulaban. Por ejemplo: ¿Quién es Jesucristo? ¿Qué relación tiene Jesús con la Eterna Deidad? ¿Qué relación tiene lo que Jesús enseñó con las leyes rituales del Antiguo Testamento? ¿Qué significado y alcance tiene la salvación? ¿Se relaciona la salvación con el cuerpo físico, el alma o con ambos? Ciertamente estas preguntas no eran ni son fácilmente contestadas, especialmente sin la base autoritativa de los libros canónicos. Fue así, seguramente, que falsos maestros introduciéndose dentro de las congregaciones cristianas ponían en peligro la armonía y la existencia misma de las jóvenes asambleas de creyentes. Dos corrientes que parecen haber afectado el desarrollo de congregaciones apostólicas se caracterizaban por sus tendencias legalistas y filosóficas. Aunque dichas corrientes heréticas no se habían desarrollado hasta el punto en que lo hicieron en el siglo II, sus enseñanzas estaban haciéndose sentir.
Los ebionitas
Una de las primeras corrientes que hizo sentir su influencia dentro de la iglesia cristiana fue la de los llamados ebionitas cuyo nombre se deriva del hebreo ebion que significa «pobre». Según algunos historiadores, había generalmente tres grupos de ebionitas aunque no era muy fácil poder hacer las distinciones pertinentes entre los tres grupos. No obstante, las siguientes diferencias eran observables: 1) Aquellos cristianos judíos que demandaban una completa observancia de la ley por parte de los creyentes. Aunque este grupo también incluía otros que guardaban la ley estrictamente sin exigir que otros lo hicieran. 2) Los llamados cristianos judaizantes que consideraban a Pablo como un apóstata de la ley mosaica y afirmaban que era necesario que todos los cristianos fuesen circuncidados y guardasen la ley estrictamente. Estos consideraban a Cristo como una criatura y además negaban Su concepción virginal. 3) Aquellos de tendencia filosófica - especulativa que consideraban a Jerusalén como el centro del mundo religioso, practicaban un ascetismo estricto, consideraban a Cristo como una criatura pero como el Señor de los ángeles y al Espíritu Santo como un ángel de sexo femenino que acompañaba a Cristo.
Los distintos grupos ebionitas tenían en común, sin embargo, su adherencia a la ley mosaica. Exigían que por lo menos los judíos guardaran la ley, aunque veían con buenos ojos si los gentiles hacían lo mismo. También tenían la tendencia a interpretar la persona de Cristo como un mero hombre privilegiado por el descenso del Espíritu Santo sobre Su persona a la hora de Su bautismo.
Los gnósticos
Un tema muy discutido ha sido el de la posible relación entre la iglesia primitiva y el gnosticismo. Algunos eruditos afirman que el gnosticismo tuvo su origen en un tiempo posterior al cristianismo, mientras que otros hablan categóricamente de un gnosticismo pre-cristiano.
La palabra gnosticismo se deriva del vocablo griego gnosis que significa «conocimiento». El gnosticismo era una filosofía racionalista con tendencia intelectualmente exclusivista que pretendía dar una respuesta a la interrogante de la existencia del mal y al origen del universo. Los gnósticos consideraban la fe como algo inferior. La gnosis por ser un alto nivel de conocimiento era el canal de la salvación. Para los gnósticos, sin embargo, la gnosis no era un conocimiento intelectual adquirido mediante un esfuerzo mental, sino que era algo de origen sobrenatural. La gnosis era en sí producto de la revelación divina. Para los gnósticos, ese conocimiento adquirido, supuestamente por revelación, es en sí redención perfecta. El gnosticismo era sustancialmente de origen pagano. Esencialmente es un sincretismo que incluye la filosofía helenística, las religiones orientales, los misterios de la Babilonia antigua, los cultos egipcios, el judaísmo heterodoxo y algunas ideas cristianas, particularmente las relacionadas con el concepto de la salvación. Según el afamado historiador Philip Schaff: «El gnosticismo es, por lo tanto, la forma más grande y comprehensiva de sincretismo especulativo religioso conocido en la historia.» En cuanto a Cristo, los gnósticos decían que era una emanación o eón salido de Dios. Por medio de ese eón (el más perfecto de todos) se efectúa el regreso del mundo material sensible al mundo ideal que está más allá de los sentidos. Los gnósticos lograron introducirse en la iglesia cristiana porque aparentaban tener una alta estimación hacia Cristo, pero en el último análisis creían que el Señor vino sólo a disipar la ignorancia. Los maestros de esta secta ponían el énfasis sobre las enseñanzas de Cristo, dándole poca importancia a la Persona y la obra de Jesús.
Los docetas
El docetismo es una variante del gnosticismo. El nombre procede del vocablo griego dokeo que significa «dar la apariencia de algo». Los docetas afirmaban que el nacimiento, el cuerpo, los sufrimientos y la muerte de Cristo fueron solamente una apariencia ilusoria. Cristo sólo asumió forma visible como una visión transitoria para revelarse a Sí mismo a los sentidos naturales del hombre.
El docetismo era un resultado del dualismo que caracterizaba a todos los sistemas gnósticos. Este dualismo consistía en afirmar que todo lo que es material es malo. Sólo aquello que es espíritu es bueno. La conclusión a la que arribaban los docetas era que si Cristo era bueno (cosa que ellos afirmaban), entonces no podía tener un cuerpo material real.
El gnosticismo y su variante, el docetismo, negaban la doctrina de la encarnación de Cristo. En ese sentido rechazaban la doctrina de la verdadera humanidad del Señor. Debido a que Cristo era considerado como una emanación (eón) de Dios, el docetismo reducía la deidad de Cristo y en realidad destruía la personalidad histórica de Jesús. Al no concederle un cuerpo real, los docetas tenían que negar la realidad de la crucifixión.
En resumen, el Redentor no era ni hombre real ni Dios absoluto, según la herejía de los docetas. Ni murió en la cruz ni resucitó de los muertos.7 Como es de esperarse, los docetas también negaban una segunda venida corporal y judicial de Cristo a la tierra. Estos conceptos paganos de cristología se infiltraron en la iglesia cristiana a principios del siglo II de nuestra era, si no antes, y causaron gran confusión en la mente de muchos. Sólo la apologética y la exposición bíblica de hombres como Ireneo, Justino Mártir, Tertuliano, Hipólito, y otros lograron ahuyentar el peligro que se cernía sobre la iglesia en aquella etapa temprana de su historia. El trabajo realizado por los líderes de la iglesia, particularmente en aquel tiempo fue crucial, ya que sentaron las bases para las discusiones posteriores. De importancia capital fue el hecho de la necesidad de identificar el canon de las Escrituras, para poder combatir con autoridad las herejías que amenazaban la vida de la iglesia.
Monarquismo
El nombre monarquismo fue usado por primera vez por Tertuliano (150–220 d.C.) para designar a grupos antitrinitarios que surgieron durante el siglo III. Los monarquistas también recibieron el nombre de unitarios a causa del énfasis que daban a la unidad numérica y personal de la Deidad.
Había fundamentalmente dos grupos monarquistas: 1) Los racionalistas o dinámicos y 2) los modalistas o patripasianos. Los racionalistas o dinámicos negaban la deidad de Cristo, considerándolo como una fuerza o poder, mientras que los modalistas identificaban al Hijo con el Padre, negando así la pluralidad de personas en la deidad y aceptando una trinidad económica, es decir, un triple modo de revelación en lugar de una trinidad de personas.
Monarquismo racionalista o dinámico
Este grupo consideraba a Cristo como un mero hombre lleno del poder divino (a semejanza de Moisés o Elías). Ese poder divino existía en Cristo desde el principio de Su vida, pues, los monarquistas admitían que Jesús había sido generado sobrenaturalmente por el Espíritu Santo. A esta clase de monarquismo pertenecían varios grupos:
1. Los teodosianos: Grupo fundado por un tal Teodoto el curtidor, quien después de haber negado a Cristo durante una de las persecuciones afirmó que solamente había negado a un hombre. Teodoto fue finalmente excomulgado por Víctor, el obispo de Roma.
2. Los artemistas: Este grupo fue fundado por Artemo quien se había trasladado a Roma y comenzó a predicar que la doctrina de la deidad de Cristo era una invocación y un regreso al politeísmo pagano. Artemo fue excomulgado por Ceferino (202–217) y acusado de usar argumentos filosóficos para apoyar sus enseñanzas.
3. Pablo de Samosata: Llegó a ser el más famoso de los monarquistas racionalistas. Era un obispo de Antioquía en el año 260 d.C., al mismo tiempo que ocupaba un elevado puesto civil. Negaba la personalidad del Logos y del Espíritu Santo, considerándoles solamente poderes de Dios, como son la mente y la razón en el hombre. Admitía que el Logos habitaba en Cristo en una medida superior a otros mensajeros de Dios, pero creía que Cristo había sido gradualmente elevado a una posición de dignidad divina. También creía que Cristo había permanecido libre del pecado, había vencido el pecado de nuestros antepasados y se había convertido en Salvador de la raza humana. Entre los años 268–269 d.C. los obispos de Siria que trabajaban bajo su dirección, acusaron a Pablo de Samosata de herejía, arrogancia, vanidad y avaricia y lo depusieron.
En resumen, esta primera clase de monarquismo puede clasificarse como ebionista, es decir, esa especie de cristianismo judaizado que pretendía hacer que la salvación dependiese de la observancia de la ley y además consideraba a Jesús como el Mesías prometido, pero como un mero hombre producto de la unión de José y María.
Monarquismo modalista o patripasiano
Este grupo o clase de monarquismo enseñaba que el Dios único y Supremo por un acto de Su propia voluntad se autolimitó, haciéndose hombre. De modo que el Hijo es el Padre revelado en la carne. Estos sólo reconocían como Dios al que se había manifestado en Cristo y acusaban a sus oponentes de enseñar que hay más de un Dios.
Varios nombres se mencionan como exponentes del monarquismo modalista. El primero de ellos es Praxeas. Este procedía del Asia Menor, pero se trasladó a Roma en tiempos de Marco Aurelio (161–180 d.C.). Allí procuró la condenación del montanismo y enseñó abiertamente su doctrina patripasiana, logrando convencer aun al obispo Víctor.
Praxeas apelaba a pasajes tales como Isaías 45:5; Juan 10:30 y 14:9 para apoyar sus enseñanzas, pasando por alto que dichos textos no son antitrinitarios, sino que enfatizan la unidad de la esencia divina. Es evidente que Praxeas no hacía distinción alguna entre persona y esencia ya que acusaba a sus oponentes de ser triteístas. Estrechamente relacionados con las enseñanzas de Praxeas, estaban Noeto de Esmirna y un tal Calixto. Ambos enseñaban que el Hijo era meramente una manifestación del Padre.
Por el año 200 d.C., un hombre llamado Sabelio comenzó a enseñar que Dios se autorevela en tres modos diferentes: 1) Como Padre creó todas las cosas y dio la ley a Israel, 2) como Hijo tomó la tarea de la redención, y 3) como Espíritu Santo, después de haber completado la obra redentora. Cada una de estas formas de manifestación, según Sabelio, se efectúa cuando la otra termina. Es decir, Sabelio afirmaba que la Deidad era unipersonal. Rotundamente negaba que Dios fuese Padre, Hijo y Espíritu Santo al mismo tiempo.
En resumen, los adeptos del monarquismo querían proteger la unidad de Dios, pero al hacerlo cayeron en el error del unitarianismo. Pablo de Samosata, Praxeas, Sabelio y todos sus seguidores han errado al no ser capaces de armonizar adecuadamente las enseñanzas de la Biblia. Trinitarianismo no es lo mismo que triteísmo. La esencia divina es una, las personalidades que componen esa esencia son tres.
Arrianismo
El arrianismo adquiere el nombre de su progenitor. Arrio, según se cree, era nativo de Libia aunque recibió su entrenamiento en Antioquía. El maestro y mentor de Arrio había sido Luciano quien teológicamente seguía a Pablo de Samosata. Se sabe, además, que «Luciano representaba el ala izquierda del origenismo». De modo que el trasfondo teológico de Arrio estaba en pleno desajuste con la corriente media de la iglesia. Por el año 313 d.C., Arrio fue designado como presbítero de Alejandría. Poco después de su designación, Arrio comenzó a enseñar que, aunque Cristo era el creador del universo, él mismo era una criatura de Dios y, por lo tanto, no era totalmente divino. Según Arrio, hay un solo Ser de quien puede decirse que es sin principio. Ese ser es Dios. Enseñar que el Hijo no tuvo principio, en la opinión de Arrio, equivaldría a creer en la existencia de dos dioses de igual rango. De modo que la cristología de Arrio tomaba como punto de partida un estricto monoteísmo semejante al de los monarquianos. Arrio decía que el Hijo no fue siempre, sino que tuvo un principio. El Logos en Cristo fue creado por el Padre antes de la creación del mundo. Arrio enfáticamente sostenía que Cristo era de una sustancia diferente a la del Padre y, por lo tanto, no era Dios en el sentido estricto de la Palabra. Es más, para Arrio, el Logos, es decir, Cristo no poseía un alma humana, de modo que no era verdadero hombre. Tampoco era verdadero Dios, ya que no poseía ni la esencia ni los atributos que pertenecen a la absoluta deidad. El historiador Justo L. González, ha resumido bien las enseñanzas de Arrio:
La doctrina de Arrio parte de un monoteísmo absoluto, según el cual el Hijo no puede ser, ni una encarnación del Padre, ni una parte de su substancia, ni otro ser semejante al Padre, pues cualquiera de estas tres posibilidades negaría, o bien el carácter inmaterial de Dios, o bien su unicidad. El Hijo no puede no tener un origen, pues entonces sería hermano del Padre, y no hijo. Luego, el Hijo tiene principio, y fue creado o hecho por el Padre de la nada. Antes de tal creación, el Hijo no existía, y es incorrecto afirmar que Dios es eternamente Padre. Esto no quiere decir, sin embargo, que no hubiese siempre en Dios un Verbo, una razón inmanente; pero este Verbo o razón de Dios es distinto del Hijo de Dios, sólo fue creado más tarde.21
La postura de Arrio lo puso en conflicto directo con Alejandro, el obispo de Alejandría, entre los años 318 y 320 d.C. Como resultado de esa confrontación, en el año 321 d.C., un concilio formado por un grupo de cien obispos procedentes de Egipto y Libia se reunió en Alejandría. La decisión del concilio fue destituir y excomulgar a Arrio y a sus seguidores. Evidentemente, el concilio consideraba como una herejía negar la absoluta deidad de Cristo
Arrio, sin embargo, no cejó en su empeño de propagar su doctrina. Después de haber sido excomulgado, Arrio se entregó a la tarea de dar a conocer sus creencias por medio de sermones y conferencias teológicas dondequiera que encontrase una audiencia. De ese modo consiguió adeptos en Egipto, Siria, Palestina y en otras áreas del mundo cristiano.
Arrio encontró un oponente formidable en la persona de Atanasio. Nacido en Alejandría a fines del siglo III, Atanasio recibió la mejor educación para una persona de su tiempo. Fue apadrinado por Alejandro, obispo de Alejandría, quien evidentemente vio en Atanasio a un hombre de profundidad teológica, firmes convicciones y gran fortaleza física. Alejandro no fue defraudado. Su discípulo, Atanasio, estudió con sumo cuidado los postulados y las conclusiones de Arrio.
Si Arrio estaba en lo cierto, el Dios trino no es eterno: a la unidad se le añadió, en el curso del tiempo, el Hijo y el Espíritu. La Trinidad ha llegado a existir de la no‐existencia. ¿Quién nos asegura que no habrá un aumento subsiguiente?. Según Arrio, el bautismo resultaría administrado en el nombre de un ser creado, que, en el último análisis, no puede auxiliarnos. Pero no solamente es disuelta la Trinidad; incluso la divinidad del Padre es puesta en peligro.
A raíz de la controversia arriana, se convocó el Concilio de Nicea en el año 325 d.C., desde el 20 de mayo al 25 de julio de ese año, sin contar las deliberaciones posteriores. El resultado fue una condena de las enseñanzas de Arrio y una anatematización de todo aquel que creyese dichos errores. Según el Concilio de Nicea, la postura de la iglesia quedaba expresada así:
Creemos en un Dios, el Padre Todopoderoso, Creador de todas las cosas, visibles e invisibles, y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, el unigénito del Padre, es decir, de la substancia del Padre; Dios de Dios, luz de luz, verdadero Dios de verdadero Dios, engendrado, no creado, consubstancial con el Padre, por quien todas las cosas fueron hechas, tanto en el cielo como en la tierra; quien por nosotros los hombres, y para nuestra salvación descendió, se encarnó, y se hizo hombre, y sufrió, y resucitó al tercer día: ascendió a los cielos y vendrá a juzgar a vivos y muertos: Y en el Espíritu Santo. Pero la Santa Iglesia Apostólica de Dios anatemiza a los que afirman que hubo un tiempo cuando el Hijo no era, o que no era antes de ser engendrado, o que fue hecho de cosas que no existían: o que dicen, que el Hijo de Dios era de cualquier otra substancia o esencia, o creado, o sujeto a cambio o a conversión.
En resumen, el Concilio de Nicea del año 325 d.C., refutó la postura del sabelianismo o modalismo, y la creencia de que la deidad se compone de una persona y una esencia, pero de distintos modos de manifestación. Rechazó, además, el arrianismo y su creencia de que el Hijo es de una sustancia diferente a la del Padre. Expresó de manera formal la fe trinitaria de la iglesia: Dios es una sustancia, esencia o realidad eterna que existe en tres personalidades distintas.

Shalom y bendiciones

Las Primeras Herejías Cristológicas 2

Apolinaristas
El nombre «apolinarista» proviene de Apolinar de Laodicea. Hombre de gran erudición, Apolinar, nacido por el año 310 d.C., era el obispo de Laodicea por el año 360 d.C., cuando dio a conocer sus creencias tocante a la persona de Cristo. En un tiempo, Apolinar había sido un amigo cercano de Atanasio, un fervoroso defensor del Credo de Nicea y, por supuesto, un decidido opositor de Arrio.
Apolinar tomaba como punto de partida el hecho de que Cristo es Dios y hombre. En su preocupación soteriológica, Apolinar expresaba que si Cristo es sólo hombre no sería capaz de salvar al pecador, ya que el hombre por sí solo no puede salvar a la humanidad. Ahora bien, si Cristo sólo es Dios, tampoco podría salvar ya que no podría ser mediador y sufrir la muerte del pecador.
Es ahí donde Apolinar entremezcló sus conocimientos filosóficos con los bíblicos, probablemente con el propósito de preservar la integridad de la Persona de Cristo. Con ese fin, Apolinar formuló una postura teológica que hacía uso del método empleado por Arrio, pero que le conducía en la dirección opuesta. Si la postura de Arrio negaba la perfecta deidad de Cristo, la de Apolinar negaba la perfecta humanidad del Señor.
Apolinar adoptó un estricto tricotomismo, basándose en textos tales como 1.a Tesalonicenses 5:23, Juan 1:14 y Romanos 8:3. Sobre esa base, concluía que Cristo asumió un cuerpo humano que poseía el principio de la vida, es decir, el alma, pero que el Logos divino tomó el lugar del espíritu o la parte racional más elevada del ser. Según Apolinar, Cristo no tenía un espíritu humano, aunque Su cuerpo y Su alma eran humanos. Era su creencia que si Cristo fuese hombre perfecto, no habría manera de garantizar Su impecabilidad y se produciría un problema serio al tratar de armonizar las dos voluntades. Los teólogos de aquella época, particularmente los tres capadocios (Gregorio Nacianceno, Gregorio de Nisa y Basilio el Grande), respondieron y refutaron a Apolinar de manera contundente. Los capadocios respondieron que si Cristo no es verdadero hombre no sería posible explicar las limitaciones que demostró durante Su ministerio terrenal ni la lucha entre la voluntad humana y la divina (Lc. 22:42).También afectaría a Su capacidad para salvar ya que el pecado afecta al hombre en la totalidad de Su ser. De modo que es necesario que el Redentor sea totalmente divino y totalmente humano. Los capadocios comprendieron con toda claridad que la postura de Apolinar afectaba tanto a la Persona como a la obra de Cristo.
Un beneficio práctico de la disputa con Apolinar, sin embargo, fue el hecho de que abrió de par en par la discusión tocante a las dos naturalezas de Cristo. Esta discusión se extendió a lo largo de un período de 300 años. No obstante, Apolinar fue condenado por el Concilio de Constantinopla del año 381 d.C. Los líderes de dicho concilio concluyeron que Cristo es una Persona divina que tomó para Sí naturaleza humana.
Nestorianismo
El llamado progreso del dogma puede verse claramente en el desarrollo de la doctrina tocante a la persona de Cristo. A medida que el tema era discutido y estudiado por los teólogos de la iglesia, se expresaban ciertas definiciones con el fin de aclarar conceptos considerados como cruciales para la formulación del Evangelio.
La discusión cristológica dio lugar a la formación de tres escuelas de pensamiento con matices distintos:
1. En el occidente, Tertuliano (150–220 d.C.) había expresado que en la Persona de Jesucristo estaban unidas, pero sin mezclarse, la completa naturaleza divina y la naturaleza humana. Tertuliano, sin embargo, enseñaba una especie de subordinacionismo (el Logos, Cristo, estaba subordinado al Padre). No obstante, afirmaba la absoluta deidad de Cristo y la coexistencia de las dos naturalezas (divina y humana) en la Persona de Jesús.
2. La segunda escuela de pensamiento surgió en Antioquía. Allí se concentraban teólogos tales como Diodoro de Tarso, Teodoro de Mopsuestia, Nestorio, Teodoreto y otros. Esta escuela se caracterizaba por el rechazo de la exégesis alegórica y la adopción de una hermenéutica gramatico‐histórica. El énfasis cristológico primordial de la escuela de Antioquía estaba sobre la humanidad de Cristo, aunque ello no significaba en ningún sentido la más leve negación de la deidad del Señor.
3. La tercera escuela tenía su sede en Alejandría. Los hombres de influencia en esta escuela fueron Atanasio, los tres capadocios y Cirilo de Alejandría. El énfasis de estos teólogos recaía sobre la deidad de Cristo, primordialmente por razones soteriológicas. La influencia de Atanasio era incuestionable en la expresión del pensamiento de la escuela de Alejandría. Atanasio enfatizaba que «el Logos, quien era Dios desde la eternidad, se hizo hombre». No que el Logos habitase en el hombre, sino que se había hecho hombre.
Es de este trasfondo teológico que surgió la controversia con Nestorio y que originó lo que se conoce como Nestorianismo. Los de Alejandría procuraban defender la deidad de Cristo, aunque no negaban Su humanidad. Los de Antioquía, sin embargo, tenían en alta estima la obra de Dios en la historia, de modo que ponían mayor énfasis en la humanidad de Cristo aunque reconocían Su deidad absoluta.
En el año 428, Nestorio fue designado como patriarca de Constantinopla. Aunque un erudito de primera magnitud, Nestorio no se caracterizaba por su prudencia. Comenzó con un esfuerzo por detener el avance del arrianismo que continuaba causando estragos en la iglesia. Nestorio comenzó una especie de cruzada teológica contra los predicadores que se referían a María como «madre de Dios» o «progenitora de Dios» (theoto‐kos). En su lugar, Nestorio propuso el uso de la expresión «progenitora de Cristo» (Christotokos) o «madre de Cristo». En realidad, el patriarca de Constantinopla no pretendía negar la deidad de Cristo con su propuesta. No obstante, la aserción de Nestorio dejaba al descubierto que no comprendía el significado de la unión de las dos naturalezas (divina y humana) en la Persona de Cristo. Nestorio, sin embargo, correctamente insistía que María no era la madre de la naturaleza divina de Cristo. Es muy posible que ni Nestorio ni sus seguidores inmediatos se suscribiesen a lo que más tarde se llamó nestorianismo. Algunos opinan que Nestorio fue condenado injustamente. Lo que sí es cierto es que algunos que se identificaban como seguidores de Nestorio enseñaban que si Jesús era Dios en la eternidad, entonces María no fue la madre de Su naturaleza divina (lo cual es cierto). Sin embargo, en Su humanidad, Cristo verdaderamente nació de la virgen María. La conclusión errónea, producto de la colusión de esos dos conceptos, fue que Jesús tenía que ser dos personas. La persona de Cristo, según los nestorianos, era similar a la de un cristiano en quien el Espíritu Santo (otra persona) habita. El Concilio de Efeso del año 431 d.C., condenó a Nestorio. El nestorianismo, sin embargo, se esparció en Egipto, el área oriental del imperio romano, Persia, India y aún hasta la China.3
Eutiquianismo
La controversia nestoriana de la primera mitad del siglo v, dejó sus huellas en la vida de la iglesia. Nestorio fue destituido de su cargo como Patriarca de Constantinopla en el año 431 d.C., muriendo en el año 440. Cirilo de Alejandría temporalmente fue destituido de su cargo por orden del emperador Teodosio II y murió en el año 344 d.C. La muerte de estos dos hombres no puso fin a la disputa entre las dos escuelas por ellos representadas, aunque sí hubo una tregua por el año 433 d.C.
La mencionada tregua tuvo como base una fórmula preparada por Teodoreto de Ciro, quien procuró eliminar los extremos en la disputa. Teodoreto dejó fuera la teoría de Cirilo de Alejandría. Cirilo había expresado de manera un tanto confusa la cuestión de la unión de las dos naturalezas de Cristo. Según Cirilo, en la unión de las dos naturalezas, la humana quedaba rezagada o dominada por el Logos. A veces daba a entender que de la unión de las dos naturalezas resultaba la formación de una sola naturaleza. Es más, muchos seguidores de Cirilo sí enseñaron que Cristo tenía una sola naturaleza después de la encarnación. Esta naturaleza era divina‐humana, pero la humana había sido absorbida por la divina.
Teodoreto también excluyó de su fórmula el concepto antioquiano de la combinación de las dos naturalezas. Debe recordarse que los de Antioquía hacían hincapié en la humanidad de Cristo. Los teólogos de Antioquía hablaban de una unión moral entre el Logos y la humanidad de Jesús. Teodoreto, además, descartó el apolinarismo con su concepto de que Cristo es un hombre perfecto con un alma racional. La fórmula de Teodoreto expresaba que Cristo era «consustancial con nosotros en Su humanidad, porque ha habido la unión de dos naturalezas, por lo tanto, confesamos un Cristo, un Hijo, un Señor». De más está decir que la fórmula de Teodoreto no produjo la armonía más necesitada que deseada. Por el contrario, abrió las puertas a la gran controversia con el monje Eutiquio o Eutiques, progenitor del eutiquianismo.
El historiador Philip Schaff ha hecho la siguiente muy acertada observación:
Así como la teología antioquiana engendró al nestorianismo, que estiraba la distinción de las naturalezas humana y divina en Cristo hasta crear una doble personalidad, así también la teología alejandrina engendró el error del lado opuesto, es decir, el eutiquianismo o monofisitismo, que exigía la unidad personal de Cristo a expensas de la distinción de las naturalezas, y hacía al Logos divino absorber la naturaleza humana.
Eutiques (378–454 d.C.) era archimandrita de un monasterio en las cercanías de Constantinopla. Su teología era contraria a la expuesta por Nestorio. Eutiques, sin embargo, carecía de la suficiente erudición para formular por sí solo una cristología. En el año 448 d.C., Eutiques fue acusado de herejía y condenado por un sínodo reunido en Constantinopla. La acusación en contra de Eutiques fue que enseñaba que «después de la encarnación, Cristo tenía solamente una naturaleza.»
Eutiques, por lo tanto, dio origen a la herejía conocida como monofisitismo (de monofusis = una sola naturaleza) o eutiquianismo. Como seguidor de Cirilo, Eutiques, en verdad, estaba reaccionando en contra del nestorianismo que dividía a Cristo en dos personas. Su error, sin embargo, fue causado por el mismo problema que hizo errar a Nestorio, es decir, la incapacidad de distinguir entre naturaleza, y persona.
En su confusión teológica, Eutiques sostenía que Cristo estaba compuesto de dos naturalezas, pero no existía en dos naturalezas. La naturaleza humana se había fusionado con la divina, resultando en la formación de una sola naturaleza. Cristo no existía como humano en el mismo sentido en que nosotros somos humanos. La conclusión final de la cristología de Eutiques es que Cristo no era ni verdaderamente Dios ni verdaderamente hombre. Algunos de sus seguidores creían que aun el cuerpo de Cristo descendió del cielo. El Concilio de Calcedonia del año 451 d.C., condenó a Eutiques y enfáticamente rechazó su cristología o «el concilio afirmó la doctrina de la unión inseparable e indivisible, sin confusión y sin cambio, de dos naturalezas perfectas y completas, la humana y la divina, en la Persona de Cristo».47 Los teólogos de Calcedonia hicieron su mejor esfuerzo para expresar en un lenguaje comprensible a la iglesia de aquellos días lo que ellos entendían de la Persona de Cristo. Por supuesto que cualquier esfuerzo resulta endeble cuando se trata de explicar un misterio tan incomprensible como lo es la encarnación de Dios. Se reconoce que Calcedonia no lo dijo todo ni resolvió todos los problemas tocantes a la cristología, pero sí sentó bases firmes para la discusión de este tema. Calcedonia no lo dijo todo, pero dijo mucho y de gran importancia. Los teólogos de «Calcedonia notaron y así lo expresaron que en la persona singular de Cristo dos condiciones coinciden: deidad y humanidad. Y en su esfuerzo por decir eso, Calcedonia no dice nada más que lo que el Nuevo Testamento dice acerca de Cristo». Es cierto que se puede decir más acerca de Cristo que lo que dijo Calcedonia, pero, incuestionablemente, no se puede decir menos.
Si bien es cierto que el conflicto cristológico de los cinco primeros siglos de la iglesia no quedó absolutamente delineado como resultado de las decisiones tomadas contra Arrio (Nicea 325 d.C.), Apolinar (Constantinopla, 381 d.C.), Nestorio (Efeso, 431 d.C.) y Eutiques (Calcedonia, 451 d.C.), sí puede decirse con un alto grado de certidumbre que dichas decisiones fueron fundamentales para la vida de la iglesia y sirvieron de parámetros para discusiones posteriores.
Monoteletismo
Se realizaron dos esfuerzos significativos con el fin de trastornar las decisiones del Concilio de Calcedonia (451). El primero fue el de los monofisitas, es decir, los que seguían manteniendo que Cristo sólo poseía una naturaleza después de Su encarnación. Los monofisitas se resistieron a aceptar las conclusiones de Calcedonia y comenzaron a esparcir sus doctrinas por el este, hasta Persia y por el sur, hasta Egipto. El segundo esfuerzo en contra de las decisiones de Calcedonia se relaciona con la llamada controversia Monoteletista. El tema de la voluntad o voluntades de Cristo no fue discutido ni aun en Calcedonia. De modo que la cuestión no fue considerada sino hasta principios del siglo VII. La controversia en sí se inició con Sergio, el patriarca de Constantinopla durante el reinado de Heraclio (610–641). Cerca del año 630 d.C., Sergio, por razones más políticas que teológicas, aconsejó al emperador Heraclio que publicase un documento, expresando que «Cristo había hecho todas las cosas por medio de una sola energía divina‐humana». Es indudable que la razón primordial por la que el emperador accedió a seguir el consejo de Sergio tenía sus raíces en la necesidad de unir bajo una bandera a los disidentes monofisitas. El monoteletismo armoniza perfectamente con el monofisitismo, mientras que la doctrina de las dos naturalezas lo hace con la de las dos voluntades.
La polémica sobre la cuestión del monoteletismo comenzó en el año 633 y duró hasta el 680, fecha en que se reunió el sexto concilio ecuménico en Constantinopla. Al principio de la controversia Sergio consiguió el apoyo del Papa Honorio (625–638), quien posteriormente sería anatematizado y acusado de traicionar la cansa ortodoxa. Una vez más el tema soteriológico fue inyectado en la discusión. Los monoteletistas procuraban preservar la integridad de la persona de Cristo. Sostenían que si Cristo hubiese tenido dos voluntades, éstas hubiesen entrado en conflicto y la voluntad humana se hubiese rebelado contra la divisa. De modo que, según ellos, el concepto de un sola y única voluntad era la mejor manera de preservar la impecabilidad de Cristo.
Los que abogaban a favor de la dualidad de voluntades sostenían que para que la redención fuese completa tenía que incluir una perfecta humanidad. Si no hay voluntad humana, decían, no puede haber una humanidad completa. De modo que llegaban a la conclusión de que Cristo no pudo haber sido hombre completo sin una voluntad humana. Ciertos pasajes bíblicos eran citados para apoyar las enseñanza de las dos voluntades; «No se haga como Yo quiero, sino como Tú» (Mt. 26:39); «Pero no se haga Mi voluntad, sino la tuya» (Lc. 22:42); «Porque he descendido del cielo, no para hacer Mi voluntad, sino la voluntad del que me envió» (Jn. 6:38). Los pasajes mencionados enseñan tocante a la voluntad de Jesús en contraste con la voluntad del Padre celestial, pero no hacen referencia a una voluntad divina en el Señor. ¿Qué respuesta se le dio a tal objeción? Los líderes del sexto concilio ecuménico enfatizaron el hecho de que la voluntad divina de Jesús estaba en perfecta armonía con la del Padre hasta el punto de una completa identificación. La base de esa afirmación era que la Trinidad posee una sola voluntad.
La decisión del Concilio de Constantinopla (680–681) estaba en perfecta armonía con la cristología de Calcedonia. Es más, los teólogos reunidos en Constantinopla tomaron como base las conclusiones de Calcedonia (451). Proclamaron que en Jesucristo hay dos voluntades naturales que no se contradicen entre sí, sino que Su voluntad humana se sujeta a Su voluntad divina.
Resumiendo, en aproximadamente tres siglos y medio de discusión cristológica, la iglesia, a través de sus líderes, se pronunció con amplitud tocante a cuestiones que han sido de vital importancia para la vida del cristianismo. En Nicea (325) se proclamó que Cristo es de la misma substancia que la Padre y, por lo tanto, es Dios. En Constantinopla (381) se definió la identidad de Cristo con la humanidad y se declaró que Jesús es hombre perfecto e impecable. En Efeso (431) se definió que Jesús es una sola persona. En Calcedonia (451) se afirmó que Jesús es una persona única que posee dos naturalezas, la divina y la humana. Estas naturalezas coexisten en Cristo sin confusión o mezcla, sin cambio, sin división y sin separación. En Constantinopla (680–681) se concluyó que en Jesús operaban dos voluntades, la humana y la divina. La voluntad humana de Jesús, sin embargo, estaba sometida a la divina de manera armoniosa y perfecta.
Adopcionismo
Con ese nombre se conoce la controversia cristológica que tuvo lugar en el siglo VIII. El adopcionismo ha sido considerado como un avivamiento del nestorianismo, aunque en forma modificada. La cuestión parece haber comenzado cuando un personaje, del cual muy poco se conoce, llamado Migetio escribió un trabajo, pretendiendo resolver el problema de la Trinidad. Se dice que Migetio no distinguía entre el Logos y Cristo, dando a entender que «la segunda persona de la Trinidad no existía antes de la encarnación». La teoría de Migetio se asemejaba mucho al sabelianismo, aunque un tanto desfigurado. Decía Migetio que en la Trinidad hay tres personas corporales: «El Padre (David), el Hijo (Jesús, la simiente de David), y el Espíritu Santo (Pablo).» De modo que Migetio proponía una triple manifestación histórica de Dios al estilo de los modalistas del siglo II.
La responsabilidad de refutar a Migetio recayó sobre Elipando, arzobispo de Toledo, quien como teólogo era de segunda magnitud. Elipando, sin embargo, buscó la ayuda de Félix, obispo de Urgel, hombre mucho más capaz en cuestiones teológicas. Elipando y Félix sostenían la existencia de dos modos completamente distintos de relación filial entre Cristo y el Padre. Primeramente está en relación entre Cristo y el Padre como segunda persona de la Trinidad. En ese sentido Cristo el Unigénito del Padre y como tal pudo decir: «Yo y el Padre uno somos» (Jn. 10:30). Sin embargo, como el hijo de María, Cristo es el primogénito entre muchos hermanos y como tal es Hijo de Dios por adopción. Es en esa relación de adopción que Jesús dijo: «El Padre es mayor que Yo» (Jn. 14:28). El error fundamental del adopcionismo radicaba en el énfasis dado a una supuesta relación filial entre Cristo y el Padre. Una vez más, el meollo de la cuestión fue la incapacidad de parte de los adopcionistas de distinguir entre naturaleza y persona. Los adopcionistas, tal vez sin proponérselo, enseñaban una dualidad de persona en Cristo. Al enseñar que Cristo, en lo que respecta a Su naturaleza humana, era Hijo de Dios sólo nominalmente por adopción, mientras que, según Su naturaleza divina, era realmente el Hijo eterno de Dios, los adopcionistas daban a entender que creían en la existencia de dos personas en Cristo.
Dos asturianos se opusieron a la teoría adopcionista. Fueron ellos Beato y Heterio de Liébana. En una carta a Elipando, Beato subraya que su preocupación primordial era el hecho de que el arzobispo de Toledo tendía a «dividir la persona de Cristo». En el acto de la encarnación, Cristo no tomó para sí una persona humana, sino una naturaleza humana perfecta. De modo que el Señor siempre ha sido una persona divina quien desde la encarnación posee dos naturalezas.
Con toda honradez, es necesario subrayar que los adopcionistas rechazaban el nestorianismo; es más, lo combatieron. Sin embargo, no se percataron que en su afán por resolver un problema (explicar la relación de la humanidad de Jesús con Dios el Padre), crearon otro tal vez mayor. El adopcionismo fue rechazado y condenado por los sínodos de Regensburgo (792), Francfort (794) y Aachen o Aquisgrán (799). Aunque no es de dudarse que intervinieron cuestiones políticas en la controversia adopcionista,64 lo cierto es que la discusión del problema reflejaba en gran parte la tensión teológica de aquellos tiempos y el hecho de que entonces, como hoy, muchos procuran entender el misterio de la Persona de Cristo haciendo uso del racionalismo humano.

Resumen y conclusión
Por lo que se ha considerado a través de estas páginas, el lector puede percatarse de la lucha que se ha librado en el proceso de expresar con claridad una respuesta a la pregunta: ¿Quién es Jesucristo? Algunos lo han visto como un mero hombre, otros como una especie de ángel o ser superior al hombre. Para algunos Cristo es Dios desprovisto de todo trazo de humanidad, mientras que para otros es algo así como mitad Dios y mitad hombre.
Los teólogos que se han apegado a la Biblia no han ignorado ni minimizado las dificultades de definir la persona de nuestro Señor. Esos hombres, vieron, sin embargo, que tan crucial era para el cristianismo establecer la doctrina de la deidad de Cristo como afirmar la de Su humanidad. También vieron que el Señor es una sola persona y que como tal se ofreció por los pecados de la raza humana. De modo que aquellos líderes procuraron armonizar verdades complejas sin contradecir el texto bíblico y expresaron sus conclusiones en un vocabulario que era comprensible a la mayoría de los estudiosos de aquellos tiempos. Como ya se ha observado, se puede decir más, tal vez mucho más, de lo que aquellos hombres dijeron, pero no se puede decir menos. Descartar o menospreciar su labor constituiría un error lamentable. Abandonar o descuidar la reflexión sobre este tema sería igualmente perjudicial. Es imprescindible e insoslayable, sin embargo, que todas nuestras investigaciones y conclusiones tengan el aval de la Palabra de Dios. Las Escrituras dan testimonio de Cristo. No sólo los Evangelios, sino también la Ley y los Profetas.

Shalom y bendiciones

La Cristología de los Escolásticos y los Reformadores

ESCOLASTICISMO ES EL NOMBRE con que se designa la teología de la edad media. Este movimiento intelectual tuvo sus raíces en el renovado interés hacia el estudio de la filosofía, por un lado, y el avivamiento del misticismo pietista que surgió a principios del siglo XII. Los escolásticos procuraban reconciliar el dogma con la razón y establecer un sistema ordenado de doctrina, generalmen‐te conocido como suma teológica. Los escolásticos no hicieron ninguna contribución original al estudio de la exégesis o de la teología bíblica. Por lo general, aceptaban las conclusiones de los concilios sin objeción y se sujetaban a la autoridad de las Escrituras. Partiendo de la premisa de que toda verdad es de Dios, los escolásticos apelaban a la filosofía platónica, la lógica aristotélica y a otras fuentes seculares que apoyasen sus conclusiones.

Abelardo y Lombardo
Pedro Abelardo (1079–1142) sobresalió como teólogo crítico. Fue un hombre cuidadosamente preparado en la literatura clásica y con una indiscutible capacidad para debatir los temas tanto filosóficos como teológicos que ocupaban la atención de los estudiantes de aquellos tiempos.
En cuanto a la doctrina de Cristo, Abelardo seguía el patrón occidental, particularmente las enseñanzas de San Agustín. Sin embargo, los razonamientos filosóficos de Abelardo lo hicieron vulnerable a acusaciones de que era modalista, arriano y nestoriano. La sospecha de modalista proviene de su afirmación de que «Dios, como poder, es Padre; como sabiduría, es el Hijo; como amor, el Espíritu». Su declaración de que en Cristo hay una persona con dos sustancias o naturalezas era aceptable, pero no clara, de modo que algunos veían tintes de arrianismo en su enseñanza. Finalmente, al decir que «Cristo es el hombre asumido por el Logos», se acercaba demasiado al concepto de las dos personalidades sostenido por el nestorianismo. Puede decirse, por lo tanto, que Abelardo contribuyó muy poco o casi nada a la discusión cristológica y lo que dijo quedaba sujeto a interpretaciones desafortunadas.
Pedro Lombardo, reconocido como «el padre de la teología sistemática», fue, sin duda, la personalidad más significativa e influyente de la prmera mitad del período escolástico. Su famosa obra, Cuatro Libros de Sentencias, fue el libro de texto por excelencia hasta que apareció la Suma Teológica de Tomás de Aquino. En el área de la cristología, Lombardo siguió de cerca las fórmulas adoptadas por los distintos concilios. Se refiere al hecho de que la segunda Persona de la Trinidad asumió una naturaleza humana impersonal. El Logos tomó para sí la carne y el alma, pero no la persona de un hombre. Pedro Lombardo, sin embargo, confrontaba problemas con respecto a la humanidad de Cristo. En la encarnación, según Lombardo, «el Logos tomó la naturaleza humana sólo como una vestidura para hacerse visible ante los ojos de los hombres». Debido a que Lombardo, siguiendo las fórmulas de los varios concilios, declaró que la naturaleza humana de Cristo no debe de concebirse como personal, algunos entendieron tal afirmación como que «Cristo, según su naturaleza humana, no es ni una persona ni nada». Sin embargo, los que acusaban a Lombardo de creer cosa semejante no pudieron encontrar nada en sus escritos que sugiriese tal creencia en el gran escolástico. En resumen, Pedro Lombardo deseaba expresar tan enfáticamente el carácter impersonal de la naturaleza humana de Cristo que se expuso a fuertes críticas y a acusaciones tales como sabelianismo, docetismo, arrianismo, etc., aunque es evidente que ni enseñaba ni creía ninguna de esas herejías.
La teología del siglo XIII tuvo su mejor expresión en Santo Tomás de Aquino. Tomás de Aquino fue el hijo de un aristócrata italiano. Estudió con el gran maestro Alberto el Magno y fue miembro de la orden de los dominicos. Fue profesor de teología en París, Nápoles y Roma. Escribió comentarios sobre Aristóteles, el Antiguo y el Nuevo Testamento. Su obra cumbre, la Suma Teológica, fue reconocida como la teología oficial de la Iglesia Católica Romana. Por su gran erudición y contribución a la literatura teológica, Tomás de Aquino ha sido llamado el «Doctor Angélico». La cristología de Tomás de Aquino no era original en ningún sentido, sino que se apegó al dogma tradicional de la iglesia expresado a través de los concilios. Fue influido por los escritos de Cirilo de Alejandría de manera decisiva. Aquino mantenía que el Logos‐persona había tomado para sí naturaleza humana impersonal. En esto, era de un mismo pensar con Pedro Lombardo. Al igual que muchos de sus contemporáneos, Tomás de Aquino confrontaba serias dificultades en expresar la relación entre las dos naturalezas de Cristo. Sin embargo, en términos generales, puede decirse que el Doctor Angélico seguía la línea tradicional mantenida por la iglesia tocante a la Persona de Cristo. Una mención, aunque sea breve, debe de hacerse tocante a la cristología de Juan Duns Escoto. Nacido en la segunda mitad del siglo XIII (entre los años 1265 y 1274), Escoto representa el período final del escolasticismo. El énfasis principal de la cristología de Escoto estaba sobre la humanidad de Cristo, aunque distinguía la existencia de dos naturalezas en la Persona del Señor. Es evidente que Escoto dedicó más tiempo al estudio de las características de la humanidad de Cristo que la mayoría de los escolásticos. Se expresó tocante al conocimiento de Jesús, diciendo que, debido a la unión con el Logos, «poseía por lo menos un conocimiento inherente de todas las universales, pero que estaba sujeto a la necesidad de obtener conocimiento progresivo de las cosas individuales y accidentales de modo que Lucas 2:40 debe de ser entendido como un progreso real». La unión de las dos naturalezas guarda una relación de subordinación. La naturaleza humana está subordinada a la divina, pero la naturaleza divina no es en modo alguno limitada por su relación con la humana.
En resumen, como en muchas otras doctrinas, la cristología de los escolásticos siguió muy de cerca las conclusiones de los concilios (desde Nicea hasta Constantinopla III). Si bien es cierto que los teólogos de la Edad Media, incluyendo a Abelardo, Lombardo, Aquino, Escoto, Guillermo de Occam y otros, muchas veces apelaban con mayor frecuencia a los argumentos filosóficos que a las Escrituras, también es cierto que fueron hombres que podían pensar teológicamente. Aunque el escolasticismo no se caracterizó por grandes avances en el desarrollo de las doctrinas, sí preparó el camino para los reformadores.

LA CRISTOLOGIA DE LOS REFORMADORES
Una de las grandes bendiciones relacionadas con la reforma del siglo XVI fue el énfasis dado al estudio de las Escrituras. También se dio énfasis a la interpretación histórico‐gramatical del texto bíblico. Como ha escrito Berkouwer:
Pero la verdadera revolución en la hermenéutica surgió con el período de la reforma. No fue Erasmo, sino Lutero, y especialmente Calvino, quien deseaba oír de nuevo lo que el texto mismo dice, y estuvieron más conscientes de los peligros de una interpretación arbitraria. Cierto que nada supera en importancia para el estudio de cualquier doctrina de las Escrituras tanto como una hermenéutica correcta. Un sistema de interpretación defectuoso desembocará irremisiblemente en una teología defectuosa. En ninguna otra área de la teología ese hecho ha sido más evidente que en la cristología.
La cristología de Lutero
La teología de Martín Lutero era eminentemente cristocéntrica. El gran reformador abrazó el dogma cristológico de la iglesia primitiva. Para él no había otro Dios fuera de Cristo. Lutero afirmó que Jesucristo es verdadero Dios, nacido del Padre en la eternidad, y también verdadero hombre, nacido de la virgen María. Reconoció la coexistencia de las dos naturalezas en la Persona de Cristo. Lutero enfatizaba el hecho de que Cristo es una sola persona y que no sólo Su naturaleza humana sufrió en la cruz, sino la totalidad de Su persona.
Martín Lutero enfatizaba, además, la verdadera humanidad de Cristo. El gran reformador reconocía la existencia de una estrecha relación entre la Persona y la Obra de Cristo. Tal vez, su comentario sobre el texto de Juan 1:14 expresa de manera elocuente el pensamiento de Lutero mejor que cualquier otra cosa que pudiese decirse: Al principio del capítulo, el evangelista llamó al Verbo Dios, luego una Luz que venía al mundo y creó el mundo pero no fue aceptado por el mundo. Ahora usa el vocablo «carne». El condescendió para asumir mi carne y sangre, mi cuerpo y alma. No se hizo un ángel y otra criatura sublime; se hizo hombre. Esta es una demostración de la misericordia de Dios hacia seres humanos maduros; el corazón humano no es capaz de comprenderlo, mucho menos explicarlo.
Comentando Juan 1:1, Lutero expresa:
Cuando Dios creaba a los ángeles, el cielo, la tierra y todo lo que contiene, y todas las cosas comenzaron a existir, el Verbo ya existía. ¿Cuál era su condición? ¿Dónde estaba El? A eso San Juan da una respuesta tan buena como lo permite el tema: «El era con Dios, y El era Dios.» Eso equivale a decir: El era con Dios y por Dios; El era Dios en sí mismo; El era el Verbo de Dios. El Evangelista claramente distingue entre el Verbo y la Persona del Padre. Hace énfasis en el hecho de que el Verbo es una Persona distinta de la Persona del Padre. Para Lutero «el Jesús histórico es la revelación de Dios». Mantenía, además, «la doctrina de las dos naturalezas y su unión inseparable en la Persona del Logos». En estas afirmaciones, Lutero manifestaba su ortodoxia bíblica. Sin embargo, la cristología de Lutero ha sido impugnada a raíz de la afirmación luterana de que la naturaleza humana de Cristo participa de los artibutos de Su naturaleza divina. Una implicación de tal postura es el concepto luterano de la omnipresencia del cuerpo de Cristo. De ahí se deriva la creencia de que, en la Cena del Señor, los elementos del pan y el vino contienen el cuerpo de Cristo. No obstante, a pesar de esa desviación, Lutero y el luteranismo ortodoxo sostienen sin reserva la cristología tradicional expresada por los concilios eclesiásticos.

La cristología de Calvino
Juan Calvino fue, sin duda, el gran teólogo de la Reforma. Su obra cumbre, Institución de la Religión Cristiana, dio expresión a la teología reformada y ha servido de base para muchos estudios posteriores. Calvino se suscribía sin titubeos al credo de Calcedonia. Afirmaba que Cristo es una Persona divina quien asumió naturaleza humana en el acto de la encarnación.
También reconocía Calvino la humanidad de Cristo, expresándolo de este modo:
Respecto a la afirmación que «el Verbo fue hecho carne» (Jn. 1:14), no hay que entenderla como si se hubiera convertido en carne, o mezclado confusamente con ella; sino que en el seno de María ha tomado un cuerpo humano como templo en el que habitar; de modo que el que era Hijo de Dios se hizo también hijo del hombre; no por confusión de la sustancia, sino por unidad de la Persona. Porque nosotros afirmamos que de tal manera se ha asumido, que cada una de estas dos naturalezas retiene íntegramente su propiedad, y sin embargo ambas constituyen a Cristo.
Es cierto que Calvino enfatizó la realidad de las dos naturalezas en la Persona de Cristo, pero no por ello dejó de hacer hincapié en la unidad de la Persona de nuestro Señor. Es así que refirió a Nestorio con estas palabras:
Debemos sentir horror de la herejía de Nestorio, el cual dividiendo, más bien que distinguiendo las naturalezas de Jesucristo, se imaginaba en consecuencia un doble Cristo. El repudio de Calvino del error de Eutiques fue rotundo. Calvino reconoció lo que la Biblia enseña con toda claridad, es decir, que en la Persona del Cristo histórico se manifiestan tanto los atributos de humanidad como los de deidad. De modo que Calvino mantenía la fe tradicional de la iglesia expresada en las fórmulas conciliares. Sus naturalezas, la humana y la divina, que no podían ser separadas ni confundidas, pero que sí pueden ser distinguidas.
El trinitarismo de Juan Calvino se puso de manifiesto en su refutación y condena de Miguel Servet. De origen español, Servet procedía de una familia estrictamente ortodoxa. Se trasladó a Francia, huyendo de la inquisición y allí comenzó a estudiar las Escrituras. Parece ser, sin embargo, que Servet se adentró en estudios de naturaleza más filosófica que teológica. Esto le indujo a rechazar todo aquello que no pudiese ser demostrado por medio de la razón y la lógica. De modo que Servet concluyó que «el Hijo de Dios no puede ser eterno ya que era una combinación efectuada en un punto de tiempo de el Verbo eterno y el hombre Cristo Jesús».
Calvino rechazó la tesis de Servet que negaba la eternidad, la deidad de Cristo y, en cierto sentido, la verdadera humanidad de Cristo. Dijo Calvino: «Su astucia tiende a que, destruida la distinción entre las dos naturalezas, Cristo quede reducido a una especie de mezcla y de composición hecha de Dios y de hombre, y que, sin embargo, no sea tenido ni por Dios ni por hombre.» En resumen, la cristología de Calvino, al igual que la de Lutero, se mantuvo dentro de la corriente ortodoxa de la fe cristiana reconocida a lo largo de la historia de la iglesia. Por supuesto que ha sido necesario refinar algunos de los conceptos expresados por Calvino para que sean mejor comprendidos por otras generaciones, pero, sin duda, el artículo 11 de la Segunda Confesión Helvética, titulado «Jesucristo, Dios y hombre Verdadero y único Salvador del Mundo» expresa con mayor claridad el pensamiento de la teología de Juan Calvino y sus seguidores.

La herejía de Socino
Una nota adicional tocante a la cristología de fines del siglo XVI fue la postura tomada por el italiano Fausto Socino (1539–1604). Socino fue una especie de librepensador quien organizó un grupo que eventualmente se convirtió en una secta anti‐trinitaria. Las ideas de Fausto en realidad se habían originado con su tío Lelio Socino. Lelio mantuvo un período de correspondencia con Calvino, expresando sus dudas tocante a varias doctrinas bíblicas que incluían la de la Trinidad y la muerte vicaria de Cristo. Tanto Lelio como Fausto Socino rechazaban los credos formulados por los concilios. Negaban que la muerte de Cristo hubiese aplacado la ira de Dios. Afirmaban que Cristo es nuestro Salvador únicamente en el sentido de que nos señala el camino de la vida eterna. La salvación del hombre viene como resultado de imitar a Cristo.
Aunque los socinianos decían fundarse en las Escrituras, daban a entender que el Antiguo Testamento, aunque inspirado, era prácticamente superfluo, teniendo valor histórico pero no dogmático. Asimismo admitían que los apóstoles eran capaces de errar en asuntos secundarios. Según Socino, las doctrinas, para ser creídas, deben de estar basadas en las normas estrictas de la lógica. Por esa causa, rechazaban las doctrinas de la Trinidad, la preexistencia de Cristo, la unión de las dos naturalezas y otras más que no pueden demostrarse mediante la lógica.
Los socinianos afirmaban creer que Cristo había sido concebido sobrenaturalmente por la virgen María, pero lo consideraban un simple hombre, enviado al mundo por un Dios benevolente para mostrar al hombre el camino de la salvación, no para morir en lugar del pecador. Es cierto que Socino distinguía a Cristo de todos los demás hombres a causa de Su nacimiento virginal, Su impecabilidad, Su bautismo del Espíritu Santo, pero aún así lo reducía al mero hombre histórico Jesús de Nazaret. Curiosamente, Socino creía que Jesús debía de ser adorado y, aún más, podía llamársele Dios. Sin embargo, afirmaba que Dios no está personalmente presente en Jesús. Desafortunadamente, la cristología de Fausto Socino no desapareció por completo de la vida de la iglesia, sino que con diferente ropaje ha hecho su aparición a lo largo de los siglos. La cristología contemporánea por ejemplo, ha adoptado mucho de las creencias del italiano Socino.
En resumen, tanto los escolásticos de la edad media como los reformadores del siglo XVI aceptaron las formulaciones cristológicas enunciadas por los concilios. Los escolásticos enfocaron el tema más desde el punto de vista filosófico que desde el exegético. Algunos de ellos hacían más hincapié en la humanidad que en la deidad de Cristo, aunque sin negar esta última. Los reformadores partieron, generalmente, de la exégesis del texto bíblico. Usaron una hermenéutica gramático‐histórica y se suscribieron a la cristología tradicional, particularmente a la fórmula de Calcedonia. Con todo eso, hubo brotes de anti‐trinitarismo como en los casos de Miguel Servet y Fausto Socino. No obstante, las bases quedaron establecidas y los parámetros colocados para las discusiones cristológicas subsiguientes.

Shalom y bendiciones

El PELIGRO DE SER SEDUCIDO POR FALSA DOCTRINA

Apocalipsis 2:18-29

Cristo dijo que: "Mis siervos están siendo seducidos." Ministros, hemos llegado a esta condición peligrosa que Cristo nos advirtió. Hay multitudes de pastores, maestros y evangelistas completamente seducidos por el encanto de la doctrina de Jezabel. Estos maestros que han sido seducidos están a la vez produciendo "hijos de la seducción". Enseñan fornicación y el consumo de la comida de los ídolos. Esto es fornicación espiritual. Esto es comer la comida de las doctrinas demoníacas que exculpan el pecado. Quiero decir en términos precisos que es peligroso estar bajo una doctrina errónea. Una doctrina falsa puede condenarte más prontamente que toda la lujuria y pecados de la carne.
Falsos predicadores y maestros están enviando más personas al infierno que todos los vendedores de drogas, alcahuetes y prostitutas juntos. Esto no es una exageración. Yo lo creo. Multitud de cristianos mal dirigidos y engañados están cantando y alabando al Señor en iglesias esclavizadas por falsa doctrina...

Shalom y Bendiciones

Programa de Presentación