Salmo 122

6 Digan ustedes de corazón: “Que haya paz en ti, Jerusalén; que vivan tranquilos los que te aman. 7 Que haya paz en tus murallas; que haya seguridad en tus palacios.” 8 Y ahora, por mis hermanos y amigos diré: “Que haya paz en ti. 9 Por el templo del Señor nuestro Dios, procuraré tu bien.”


Las Primeras Herejías Cristológicas 1

Desde muy temprano en su historia la iglesia ha sufrido ataques de corrientes contrarias a la fe que profesa. Es cierto que el cristianismo ha vivido siempre en medio de gran oposición. Con todo eso, el mayor daño que la iglesia ha sufrido no ha sido causado por ataques externos, aunque sin duda éstos han sido grandes, sino más bien producidos por la infiltración de doctrinas contrarias a la Palabra de Dios y a los postulados del Evangelio. No es de dudarse que durante el período apostólico, cuando el canon del Nuevo Testamento estaba en su formación, muchos trataban de dar respuesta a algunas preguntas que se formulaban. Por ejemplo: ¿Quién es Jesucristo? ¿Qué relación tiene Jesús con la Eterna Deidad? ¿Qué relación tiene lo que Jesús enseñó con las leyes rituales del Antiguo Testamento? ¿Qué significado y alcance tiene la salvación? ¿Se relaciona la salvación con el cuerpo físico, el alma o con ambos? Ciertamente estas preguntas no eran ni son fácilmente contestadas, especialmente sin la base autoritativa de los libros canónicos. Fue así, seguramente, que falsos maestros introduciéndose dentro de las congregaciones cristianas ponían en peligro la armonía y la existencia misma de las jóvenes asambleas de creyentes. Dos corrientes que parecen haber afectado el desarrollo de congregaciones apostólicas se caracterizaban por sus tendencias legalistas y filosóficas. Aunque dichas corrientes heréticas no se habían desarrollado hasta el punto en que lo hicieron en el siglo II, sus enseñanzas estaban haciéndose sentir.
Los ebionitas
Una de las primeras corrientes que hizo sentir su influencia dentro de la iglesia cristiana fue la de los llamados ebionitas cuyo nombre se deriva del hebreo ebion que significa «pobre». Según algunos historiadores, había generalmente tres grupos de ebionitas aunque no era muy fácil poder hacer las distinciones pertinentes entre los tres grupos. No obstante, las siguientes diferencias eran observables: 1) Aquellos cristianos judíos que demandaban una completa observancia de la ley por parte de los creyentes. Aunque este grupo también incluía otros que guardaban la ley estrictamente sin exigir que otros lo hicieran. 2) Los llamados cristianos judaizantes que consideraban a Pablo como un apóstata de la ley mosaica y afirmaban que era necesario que todos los cristianos fuesen circuncidados y guardasen la ley estrictamente. Estos consideraban a Cristo como una criatura y además negaban Su concepción virginal. 3) Aquellos de tendencia filosófica - especulativa que consideraban a Jerusalén como el centro del mundo religioso, practicaban un ascetismo estricto, consideraban a Cristo como una criatura pero como el Señor de los ángeles y al Espíritu Santo como un ángel de sexo femenino que acompañaba a Cristo.
Los distintos grupos ebionitas tenían en común, sin embargo, su adherencia a la ley mosaica. Exigían que por lo menos los judíos guardaran la ley, aunque veían con buenos ojos si los gentiles hacían lo mismo. También tenían la tendencia a interpretar la persona de Cristo como un mero hombre privilegiado por el descenso del Espíritu Santo sobre Su persona a la hora de Su bautismo.
Los gnósticos
Un tema muy discutido ha sido el de la posible relación entre la iglesia primitiva y el gnosticismo. Algunos eruditos afirman que el gnosticismo tuvo su origen en un tiempo posterior al cristianismo, mientras que otros hablan categóricamente de un gnosticismo pre-cristiano.
La palabra gnosticismo se deriva del vocablo griego gnosis que significa «conocimiento». El gnosticismo era una filosofía racionalista con tendencia intelectualmente exclusivista que pretendía dar una respuesta a la interrogante de la existencia del mal y al origen del universo. Los gnósticos consideraban la fe como algo inferior. La gnosis por ser un alto nivel de conocimiento era el canal de la salvación. Para los gnósticos, sin embargo, la gnosis no era un conocimiento intelectual adquirido mediante un esfuerzo mental, sino que era algo de origen sobrenatural. La gnosis era en sí producto de la revelación divina. Para los gnósticos, ese conocimiento adquirido, supuestamente por revelación, es en sí redención perfecta. El gnosticismo era sustancialmente de origen pagano. Esencialmente es un sincretismo que incluye la filosofía helenística, las religiones orientales, los misterios de la Babilonia antigua, los cultos egipcios, el judaísmo heterodoxo y algunas ideas cristianas, particularmente las relacionadas con el concepto de la salvación. Según el afamado historiador Philip Schaff: «El gnosticismo es, por lo tanto, la forma más grande y comprehensiva de sincretismo especulativo religioso conocido en la historia.» En cuanto a Cristo, los gnósticos decían que era una emanación o eón salido de Dios. Por medio de ese eón (el más perfecto de todos) se efectúa el regreso del mundo material sensible al mundo ideal que está más allá de los sentidos. Los gnósticos lograron introducirse en la iglesia cristiana porque aparentaban tener una alta estimación hacia Cristo, pero en el último análisis creían que el Señor vino sólo a disipar la ignorancia. Los maestros de esta secta ponían el énfasis sobre las enseñanzas de Cristo, dándole poca importancia a la Persona y la obra de Jesús.
Los docetas
El docetismo es una variante del gnosticismo. El nombre procede del vocablo griego dokeo que significa «dar la apariencia de algo». Los docetas afirmaban que el nacimiento, el cuerpo, los sufrimientos y la muerte de Cristo fueron solamente una apariencia ilusoria. Cristo sólo asumió forma visible como una visión transitoria para revelarse a Sí mismo a los sentidos naturales del hombre.
El docetismo era un resultado del dualismo que caracterizaba a todos los sistemas gnósticos. Este dualismo consistía en afirmar que todo lo que es material es malo. Sólo aquello que es espíritu es bueno. La conclusión a la que arribaban los docetas era que si Cristo era bueno (cosa que ellos afirmaban), entonces no podía tener un cuerpo material real.
El gnosticismo y su variante, el docetismo, negaban la doctrina de la encarnación de Cristo. En ese sentido rechazaban la doctrina de la verdadera humanidad del Señor. Debido a que Cristo era considerado como una emanación (eón) de Dios, el docetismo reducía la deidad de Cristo y en realidad destruía la personalidad histórica de Jesús. Al no concederle un cuerpo real, los docetas tenían que negar la realidad de la crucifixión.
En resumen, el Redentor no era ni hombre real ni Dios absoluto, según la herejía de los docetas. Ni murió en la cruz ni resucitó de los muertos.7 Como es de esperarse, los docetas también negaban una segunda venida corporal y judicial de Cristo a la tierra. Estos conceptos paganos de cristología se infiltraron en la iglesia cristiana a principios del siglo II de nuestra era, si no antes, y causaron gran confusión en la mente de muchos. Sólo la apologética y la exposición bíblica de hombres como Ireneo, Justino Mártir, Tertuliano, Hipólito, y otros lograron ahuyentar el peligro que se cernía sobre la iglesia en aquella etapa temprana de su historia. El trabajo realizado por los líderes de la iglesia, particularmente en aquel tiempo fue crucial, ya que sentaron las bases para las discusiones posteriores. De importancia capital fue el hecho de la necesidad de identificar el canon de las Escrituras, para poder combatir con autoridad las herejías que amenazaban la vida de la iglesia.
Monarquismo
El nombre monarquismo fue usado por primera vez por Tertuliano (150–220 d.C.) para designar a grupos antitrinitarios que surgieron durante el siglo III. Los monarquistas también recibieron el nombre de unitarios a causa del énfasis que daban a la unidad numérica y personal de la Deidad.
Había fundamentalmente dos grupos monarquistas: 1) Los racionalistas o dinámicos y 2) los modalistas o patripasianos. Los racionalistas o dinámicos negaban la deidad de Cristo, considerándolo como una fuerza o poder, mientras que los modalistas identificaban al Hijo con el Padre, negando así la pluralidad de personas en la deidad y aceptando una trinidad económica, es decir, un triple modo de revelación en lugar de una trinidad de personas.
Monarquismo racionalista o dinámico
Este grupo consideraba a Cristo como un mero hombre lleno del poder divino (a semejanza de Moisés o Elías). Ese poder divino existía en Cristo desde el principio de Su vida, pues, los monarquistas admitían que Jesús había sido generado sobrenaturalmente por el Espíritu Santo. A esta clase de monarquismo pertenecían varios grupos:
1. Los teodosianos: Grupo fundado por un tal Teodoto el curtidor, quien después de haber negado a Cristo durante una de las persecuciones afirmó que solamente había negado a un hombre. Teodoto fue finalmente excomulgado por Víctor, el obispo de Roma.
2. Los artemistas: Este grupo fue fundado por Artemo quien se había trasladado a Roma y comenzó a predicar que la doctrina de la deidad de Cristo era una invocación y un regreso al politeísmo pagano. Artemo fue excomulgado por Ceferino (202–217) y acusado de usar argumentos filosóficos para apoyar sus enseñanzas.
3. Pablo de Samosata: Llegó a ser el más famoso de los monarquistas racionalistas. Era un obispo de Antioquía en el año 260 d.C., al mismo tiempo que ocupaba un elevado puesto civil. Negaba la personalidad del Logos y del Espíritu Santo, considerándoles solamente poderes de Dios, como son la mente y la razón en el hombre. Admitía que el Logos habitaba en Cristo en una medida superior a otros mensajeros de Dios, pero creía que Cristo había sido gradualmente elevado a una posición de dignidad divina. También creía que Cristo había permanecido libre del pecado, había vencido el pecado de nuestros antepasados y se había convertido en Salvador de la raza humana. Entre los años 268–269 d.C. los obispos de Siria que trabajaban bajo su dirección, acusaron a Pablo de Samosata de herejía, arrogancia, vanidad y avaricia y lo depusieron.
En resumen, esta primera clase de monarquismo puede clasificarse como ebionista, es decir, esa especie de cristianismo judaizado que pretendía hacer que la salvación dependiese de la observancia de la ley y además consideraba a Jesús como el Mesías prometido, pero como un mero hombre producto de la unión de José y María.
Monarquismo modalista o patripasiano
Este grupo o clase de monarquismo enseñaba que el Dios único y Supremo por un acto de Su propia voluntad se autolimitó, haciéndose hombre. De modo que el Hijo es el Padre revelado en la carne. Estos sólo reconocían como Dios al que se había manifestado en Cristo y acusaban a sus oponentes de enseñar que hay más de un Dios.
Varios nombres se mencionan como exponentes del monarquismo modalista. El primero de ellos es Praxeas. Este procedía del Asia Menor, pero se trasladó a Roma en tiempos de Marco Aurelio (161–180 d.C.). Allí procuró la condenación del montanismo y enseñó abiertamente su doctrina patripasiana, logrando convencer aun al obispo Víctor.
Praxeas apelaba a pasajes tales como Isaías 45:5; Juan 10:30 y 14:9 para apoyar sus enseñanzas, pasando por alto que dichos textos no son antitrinitarios, sino que enfatizan la unidad de la esencia divina. Es evidente que Praxeas no hacía distinción alguna entre persona y esencia ya que acusaba a sus oponentes de ser triteístas. Estrechamente relacionados con las enseñanzas de Praxeas, estaban Noeto de Esmirna y un tal Calixto. Ambos enseñaban que el Hijo era meramente una manifestación del Padre.
Por el año 200 d.C., un hombre llamado Sabelio comenzó a enseñar que Dios se autorevela en tres modos diferentes: 1) Como Padre creó todas las cosas y dio la ley a Israel, 2) como Hijo tomó la tarea de la redención, y 3) como Espíritu Santo, después de haber completado la obra redentora. Cada una de estas formas de manifestación, según Sabelio, se efectúa cuando la otra termina. Es decir, Sabelio afirmaba que la Deidad era unipersonal. Rotundamente negaba que Dios fuese Padre, Hijo y Espíritu Santo al mismo tiempo.
En resumen, los adeptos del monarquismo querían proteger la unidad de Dios, pero al hacerlo cayeron en el error del unitarianismo. Pablo de Samosata, Praxeas, Sabelio y todos sus seguidores han errado al no ser capaces de armonizar adecuadamente las enseñanzas de la Biblia. Trinitarianismo no es lo mismo que triteísmo. La esencia divina es una, las personalidades que componen esa esencia son tres.
Arrianismo
El arrianismo adquiere el nombre de su progenitor. Arrio, según se cree, era nativo de Libia aunque recibió su entrenamiento en Antioquía. El maestro y mentor de Arrio había sido Luciano quien teológicamente seguía a Pablo de Samosata. Se sabe, además, que «Luciano representaba el ala izquierda del origenismo». De modo que el trasfondo teológico de Arrio estaba en pleno desajuste con la corriente media de la iglesia. Por el año 313 d.C., Arrio fue designado como presbítero de Alejandría. Poco después de su designación, Arrio comenzó a enseñar que, aunque Cristo era el creador del universo, él mismo era una criatura de Dios y, por lo tanto, no era totalmente divino. Según Arrio, hay un solo Ser de quien puede decirse que es sin principio. Ese ser es Dios. Enseñar que el Hijo no tuvo principio, en la opinión de Arrio, equivaldría a creer en la existencia de dos dioses de igual rango. De modo que la cristología de Arrio tomaba como punto de partida un estricto monoteísmo semejante al de los monarquianos. Arrio decía que el Hijo no fue siempre, sino que tuvo un principio. El Logos en Cristo fue creado por el Padre antes de la creación del mundo. Arrio enfáticamente sostenía que Cristo era de una sustancia diferente a la del Padre y, por lo tanto, no era Dios en el sentido estricto de la Palabra. Es más, para Arrio, el Logos, es decir, Cristo no poseía un alma humana, de modo que no era verdadero hombre. Tampoco era verdadero Dios, ya que no poseía ni la esencia ni los atributos que pertenecen a la absoluta deidad. El historiador Justo L. González, ha resumido bien las enseñanzas de Arrio:
La doctrina de Arrio parte de un monoteísmo absoluto, según el cual el Hijo no puede ser, ni una encarnación del Padre, ni una parte de su substancia, ni otro ser semejante al Padre, pues cualquiera de estas tres posibilidades negaría, o bien el carácter inmaterial de Dios, o bien su unicidad. El Hijo no puede no tener un origen, pues entonces sería hermano del Padre, y no hijo. Luego, el Hijo tiene principio, y fue creado o hecho por el Padre de la nada. Antes de tal creación, el Hijo no existía, y es incorrecto afirmar que Dios es eternamente Padre. Esto no quiere decir, sin embargo, que no hubiese siempre en Dios un Verbo, una razón inmanente; pero este Verbo o razón de Dios es distinto del Hijo de Dios, sólo fue creado más tarde.21
La postura de Arrio lo puso en conflicto directo con Alejandro, el obispo de Alejandría, entre los años 318 y 320 d.C. Como resultado de esa confrontación, en el año 321 d.C., un concilio formado por un grupo de cien obispos procedentes de Egipto y Libia se reunió en Alejandría. La decisión del concilio fue destituir y excomulgar a Arrio y a sus seguidores. Evidentemente, el concilio consideraba como una herejía negar la absoluta deidad de Cristo
Arrio, sin embargo, no cejó en su empeño de propagar su doctrina. Después de haber sido excomulgado, Arrio se entregó a la tarea de dar a conocer sus creencias por medio de sermones y conferencias teológicas dondequiera que encontrase una audiencia. De ese modo consiguió adeptos en Egipto, Siria, Palestina y en otras áreas del mundo cristiano.
Arrio encontró un oponente formidable en la persona de Atanasio. Nacido en Alejandría a fines del siglo III, Atanasio recibió la mejor educación para una persona de su tiempo. Fue apadrinado por Alejandro, obispo de Alejandría, quien evidentemente vio en Atanasio a un hombre de profundidad teológica, firmes convicciones y gran fortaleza física. Alejandro no fue defraudado. Su discípulo, Atanasio, estudió con sumo cuidado los postulados y las conclusiones de Arrio.
Si Arrio estaba en lo cierto, el Dios trino no es eterno: a la unidad se le añadió, en el curso del tiempo, el Hijo y el Espíritu. La Trinidad ha llegado a existir de la no‐existencia. ¿Quién nos asegura que no habrá un aumento subsiguiente?. Según Arrio, el bautismo resultaría administrado en el nombre de un ser creado, que, en el último análisis, no puede auxiliarnos. Pero no solamente es disuelta la Trinidad; incluso la divinidad del Padre es puesta en peligro.
A raíz de la controversia arriana, se convocó el Concilio de Nicea en el año 325 d.C., desde el 20 de mayo al 25 de julio de ese año, sin contar las deliberaciones posteriores. El resultado fue una condena de las enseñanzas de Arrio y una anatematización de todo aquel que creyese dichos errores. Según el Concilio de Nicea, la postura de la iglesia quedaba expresada así:
Creemos en un Dios, el Padre Todopoderoso, Creador de todas las cosas, visibles e invisibles, y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, el unigénito del Padre, es decir, de la substancia del Padre; Dios de Dios, luz de luz, verdadero Dios de verdadero Dios, engendrado, no creado, consubstancial con el Padre, por quien todas las cosas fueron hechas, tanto en el cielo como en la tierra; quien por nosotros los hombres, y para nuestra salvación descendió, se encarnó, y se hizo hombre, y sufrió, y resucitó al tercer día: ascendió a los cielos y vendrá a juzgar a vivos y muertos: Y en el Espíritu Santo. Pero la Santa Iglesia Apostólica de Dios anatemiza a los que afirman que hubo un tiempo cuando el Hijo no era, o que no era antes de ser engendrado, o que fue hecho de cosas que no existían: o que dicen, que el Hijo de Dios era de cualquier otra substancia o esencia, o creado, o sujeto a cambio o a conversión.
En resumen, el Concilio de Nicea del año 325 d.C., refutó la postura del sabelianismo o modalismo, y la creencia de que la deidad se compone de una persona y una esencia, pero de distintos modos de manifestación. Rechazó, además, el arrianismo y su creencia de que el Hijo es de una sustancia diferente a la del Padre. Expresó de manera formal la fe trinitaria de la iglesia: Dios es una sustancia, esencia o realidad eterna que existe en tres personalidades distintas.

Shalom y bendiciones

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, mi nombre es Rubén Betanzo, he sido Testigo de Jehová por 16 años, y ahora me doy cuenta que en parte fue porque me cuesta mucho entender las cuestiones sobre la Trinidad, antes que entrar en una polémica u otra cosa ociosa como esa lo que deseo en verdad es conocer. Desearía entender a que se refieren con el concepto de "Substancia" como se puede explicar, donde lo puedo rastrear en la Biblia, eso. Creo que esa es la base para tratar de entender la Trinidad, al igual que la diferencia entre Crear y Engendrar, ¿como puede un engendramiento ser eterno?. Tal vez nuestro distanciamiento se deba sencillamente a que nadie nos ha explicado tales piezas básicas de la creencia trinitaria, tal vez ese sea el camino a la reconciliación.

Anónimo dijo...

CRISTIANISMO PRIMITIVO Y RELIGIONES MISTÉRICAS, Jaime Alvar et al, Ediciones Cátedra, S. A., 1995. CAPÍTULO XIX, La formación del canon del Nuevo Testamento, J. M. BLÁZQUEZ, CRISTOLOGÍA, Págs.: 323,324.

Desde el primer momento la Iglesia se interrogó por la persona de Jesús y por sus relaciones con el Padre, es decir, cómo se concilia lo humano y lo divino. Muchos intelectuales
cristianos, como Tertuliano, Hipólito, Novaciano, Clemente de Alejandría, Orígenes, u otros, hombres muy cultos, a lo largo de tres o cuatro siglos estuvieron unos y otros utilizando la filosofía griega como herramienta para entender y explicar las cuestiones vitales, fundamentales, de la nueva religión, pues el dogma no nace sino que se hace. Antes del concilio de Calcedonia, celebrado en el año 451, no se puede hablar de dogma en cristología.
Una de las teoría más antiguas fue el adopcionismo. Algunos grupos radicales judeocristianos, por ejemplo, los ebionitas, consideraron a Cristo sólo como un gran profeta. Para otros Cristo era un ser divino de rango inferior. Los gnósticos valentinianos
repartieron las funciones de Cristo en cinco eones (seres divinos): nous, Logos, Hombre, Cristo, Salvador. Los gnósticos basilidianos y valentinianos hablaban de un Cristo preexistente, emanado del padre, inferior a él, artífice del desarrollo del mundo divino y humano. Los gnósticos no admitían que Cristo tuviera un cuerpo real; para algunos su cuerpo era una mera apariencia. Los apologistas, Justino, Taciano, Teófilo y Atenágoras, partiendo de ciertas ideas del platonismo medio, colocaban una deidad menor como intermediaria entre el Dios trascendente y el mundo. Consideraban al Logos divino desde la eternidad inmanente, impersonal a Dios, engendrado antes del tiempo por él para gobernar el mundo y proveer a la creación.
Es Hijo de Dios, Dios mismo, aunque inferior al Padre y distinto de él. Las teofanías del Logos se detectan ya en el Antiguo Testamento y culminan con la encarnación. Ireneo, Tertuliano y Orígenes, defendían que el Logos tenía un espíritu y un alma humana en un cuerpo real. Tertuliano, Clemente, Hipólito y Orígenes, desarrollan la cristología del Logos en lucha contra los monarquianos, que acusaban a los contrarios de introducir un diteísmo, partiendo de la filosofía griega. Los monarquianos, para
defender el monoteísmo, tenían a Cristo por mero hombre; eran adopcionistas, pues consideraban que Cristo era Hijo de Dios después de la resurrección. Ésta era un modo de manifestación y de obra del Padre, que padeció en la cruz bajo la apariencia de Hijo (sabelianos y patripasianos). Tertuliano, Hipólito y Novaciano profundizaron en la cristología del Logos, y creyeron que no se comprometía la unidad divina con la distinción entre Padre e Hijo. Orígenes acentuó la diferencia entre el Logos y el Padre mediante el término «hipóstasis». Tertuliano habla de dos sustancias unidas en la persona de Cristo. Dionisio de Alejandría resaltó la inferioridad del Logos respecto al Padre. Pablo de Samosata era adopcionista. La cristología del Logos/sarx (carne), según la cual el Logos se encarnó en un cuerpo privado de alma, pues tomó sus funciones, fue defendida en tierras de Palestina, Egipto y varias regiones de Asia Menor. En Siria se desarrolló una cristología que daba gran importancia a la humanidad de Cristo. Arrio (c. 320) acentuó la subordinación del Logos, inferior al Padre, creado por él.
Eustacio afirmaba la presencia del alma humana en Cristo. Atanasio no admitía algunas de las propiedades del alma humana de Cristo, y atribuía todas las características humanas de Cristo sólo al cuerpo. Apolinar de Laodicea, a finales del siglo rv, distinguió al Logos del hombre Jesús, y desarrolló la cristología del Logos/sarx. Las teorías de Apolinar fueron condenadas en el primer concilio de Constantinopla.

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Muchas gracias por escribir, que el Señor te bendiga siempre.

Att. Pr. Ramiro